Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda
Fecha: 18/10/2025,
Categorías:
Transexuales
Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos
... mucho.
Vuelve a reír, baja la mirada, juega con el borde de la copa. Luego me mira directo.
—Estoy pensando. Mucho.
—¿Eso es bueno o malo?
—Es nuevo, digamos.
Nos quedamos callados. Las hojas del árbol se mueven con un viento suave que trae el olor del postre desde la cocina. Escucho a alguien reír adentro, una risa femenina y aguda. Luego, otra vez silencio.
—¿Sabes qué es raro?— digo de pronto, como si necesitara abrir una grieta en el momento.
—¿Qué?
—Que no me sienta incómoda. En ningún momento. Ni con tu familia. Ni contigo. Ni… Bueno, ni conmigo.
Él asiente, sin interrumpirme.
—Pensé que sería un acto, ¿sabes? Bueno, sí lo fue, al principio. Algo temporal. Un disfraz. Pero… no sé. Es como si algo se hubiera hecho espacio dentro de mí sin que yo me diera cuenta. Como si este personaje, Diana… no fuera tan personaje.
—Porque no lo es— dice él, y lo dice bajito, sin adornos, como quien suelta una moneda al pozo y no espera escuchar el fondo.
—¿Cómo dices?— respondo sorprendida.
—No es un personaje. Es otra versión tuya. Tal vez, más tú.
Lo miro, de lado. Ricardo no es dado a hablar así. Él es de acciones, de cumplidos disfrazados de bromas, de empujones amistosos. Pero ahora… Vaya, ahora habla con una suavidad que nunca le había escuchado.
—¿Por qué haces esto realmente?— le pregunto de pronto, un tanto temerosa.
—¿Esto?
—Todo. El juego. El plan. El viaje. El vestido. El...
Él gira hacia mí. Deja la copa a un lado. ...
... Y me mira de verdad, de cerca. De forma grave, pero sin peso.
—Porque eres mi amigo. Confié en ti para un momento importante. No quería que pasarás solo Navidad. No quería venir solo. Nadie me conoce como tú. Y cuando te vi entrar por esa puerta esta noche, algo se me desacomodó en el pecho.
La última frase cae como una hoja seca. No respondo. No puedo, más bien. El silencio se instala entre nosotros como una tercera presencia, incómoda pero necesaria. Él baja la mirada. Luego la sube otra vez. Y sonríe. Ahora sí, mostrando los dientes.
—¿Sabes qué más noté?— dice.
—¿Qué?
—Que cuando te reíste en la mesa... no sonaste como tú.
—¿No?
—No. Sonaste como tú, mi amigo de toda la vida, sí, pero distinta. Como si la risa saliera de otro lugar. No del estómago. De más arriba. ¿Tiene sentido?
—Tal vez. No sé.
Empecé a temer, pero no con cada pregunta de él, sino con cada respuesta mía. Él se acerca un poco, no demasiado. Lo suficiente para que su rodilla toque la mía, apenas.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Te quedarías a dormir aquí?— su voz baja, casi un susurro. —Conmigo. En mi cuarto.
Y ahí está. El golpe sin violencia. La insinuación sin ambigüedad. La pregunta sin trampa. Mi cuerpo se tensa un segundo. Mis pensamientos se apelmazan. Y sin embargo, no me siento atacada ni incómoda. Solo… sobrepasada. Por todo.
—No lo sé, Ricardo. Es mucho.
—Lo sé. Por eso pregunto.
—¿Y si mañana ya no se siente igual?
—Entonces mañana ...