1. Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda


    Fecha: 18/10/2025, Categorías: Transexuales Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos

    ... dirige a mí y dice:
    
    —¿Cómo estás, muchacha? Te ves cómoda. Como si siempre hubieras estado aquí.
    
    Y yo asiento. Porque sí, algo en esta casa me ha abierto los brazos. Y luego, en algún momento de la noche, entre plato y plato, la mamá de Ricardo se inclina hacia mí y me susurra:
    
    —Estamos felices de recibirte, linda. Perdón que lo mencione, pero definitivamente te ves tan distinta a las anteriores. Más... real. Más como nosotros, ¿sabes?
    
    Yo asiento, sin saber bien qué responder.
    
    —Además— agrega, bajando la voz —no sé qué hiciste, pero los niños te adoran. Y eso aquí es ley.
    
    Alcanzamos a reír quedito. Es una declaración sería, lo sé, pero la forma en que la mamá de Ricardo me lo dice, de alguna manera, me tranquiliza.
    
    Cuando llega el momento del postre, siento el rubor en mis mejillas. No por el vino o por el calor humano o por el lugar o por la forma en que me he convertido, sin planearlo, en parte del cuadro familiar. Quizás sí es por el vino.
    
    Y cuando, más tarde, salgo al jardín con Ricardo para tomar aire, me doy cuenta de que él también lo ha notado. La noche ha caído del todo. Afuera sigue tibio, iluminado por esas guirnaldas de luces cálidas que cuelgan entre los arbustos y los árboles como constelaciones domésticas. Se escucha el murmullo de la conversación aún encendida dentro del comedor, pero ya no es una cena, es la sobremesa. Esa parte del día en que las palabras pierden su estructura y se vuelven memorias, historias, carcajadas ...
    ... sueltas, o bostezos disimulados. La música se cuela por las ventanas, y una niña me llama desde la sala para que le enseñe a trenzar otra vez a su muñeca —de pura casualidad lo sé porque solía hacerlo cuando cuidaba a mis hermanas menores. Ricardo me mira, y su sonrisa se mezcla con un suspiro largo, como si no pudiera creer que todo esto esté pasando. Yo tampoco.
    
    Estoy afuera, sentada en una banca de hierro forjado bajo un árbol. Ricardo me acompaña: una copa de vino en la mano; la otra, descansando con suavidad sobre el respaldo, cerca de mi hombro, pero sin tocarlo. A esta distancia, puedo percibir su calor sin que haya contacto. Siento el crujido de mis medias al cruzar de nuevo las piernas, el movimiento fluido de mi vestido, el peso cómodo de mis aretes colgando.
    
    No hace frío. O tal vez sí, pero yo no lo siento.
    
    —¿Estás bien?— pregunta Ricardo.
    
    —Muy bien. Demasiado, tal vez.
    
    Me mira con esa media sonrisa suya, esa que no enseña los dientes pero tampoco los oculta del todo. Esa que siempre me ha dichoTe estoy observando sin prisa.
    
    —Mi mamá te adora—. Hace una pausa, alza las cejas, exagerado. —Mis primas te quieren secuestrar. Mi papá ya te ofreció un vino de su reserva. Y mis sobrinas te hicieron su estilista oficial. ¡Ni a mí me buscan tanto como a ti!
    
    Ríe fuerte, por primera vez en la noche. Lo miro con una ligera y suave mueca de mi boca, de lado, pretendiendo una sonrisa.
    
    —Y tú...— empiezo a decir, pero me detengo.
    
    —¿Yo?
    
    —Tú no has dicho ...
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