Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda
Fecha: 18/10/2025,
Categorías:
Transexuales
Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos
... necesidad de palabras. La otra levanta el pulgar y dice algo a su amiga en alemán. No entiendo, pero me lo tomo como un halago. Y me río, por dentro.
Ricardo me ofrece agua de coco desde su vaso. Tiene los brazos detrás de la cabeza, el pecho bronceado, las piernas estiradas. Su bañador negro le queda perfecto —cómo no—, y sus gafas de sol reflejan el cielo sin nubes.
—¿Te refrescas?— pregunta, casi en un murmullo.
—Un poco. Pero no sé si es el coco o el sol— respondo, tomando un sorbo.
Él sonríe.
—O tú misma.
Hay una paz extraña entre nosotros. Ni tensa, ni íntima, pero presente. Como si el aire entre su cuerpo y el mío tuviera densidad, tuviera... intención. Ninguno dice nada durante un rato.
Una pareja de chicos juega con una pelota cerca de la orilla. Un perro les ladra, salta, moja a una turista francesa que suelta un chillido y luego una carcajada. Todo es luz, agua y calor. Todo es simple.
¿Cuándo fue que esto dejó de parecer una farsa? ¿Cuándo fue que comencé a sentir que el personaje no era un personaje?, me pregunto a cada rato.
El bikini me roza la piel cada vez que me muevo. La tela mojada se enfría contra mi vientre. El cabello —oscuro, liso, alborotado por la brisa— me hace cosquillas en la nuca. Mis piernas cruzadas proyectan una sombra sobre la toalla. Y él, Ricardo, con su sonrisa contenida. Con su voz medida. Con esa forma suya de no preguntar demasiado, pero estar siempre ahí, como si de verdad entendiera lo que no puedo ...
... explicar.
Y de pronto, como quien cae en cuenta de algo demasiado obvio, me llega el pensamiento: Estamos en Ibiza.
Estamos en Ibiza.
Recuerdo su voz, semanas atrás: "Tienes asegurado tu viaje. Todo pagado, sin peros. Ese es mi regalo para ti. Por el bochorno. Por la incomodidad. Por todo lo que hiciste”. Yo no lo creí. Pensé que se le pasaría, que se le olvidaría la promesa o que al volver a ser "yo", todo volvería a su lugar. Pero no. No volvió. Todo fue distinto en adelante.
Y sin embargo, aquí estoy. Con un bikini, en una playa de Ibiza, llamándomeDiana Laura. Con Ricardo a mi lado. Y nadie nos mira raro. Y todo se siente... normal. Me río sin querer. Ricardo gira el rostro y me mira, curioso.
—¿De qué te ríes?
—No lo sé. De mí, tal vez. De ti. De esto.
—¿Esto?
—Esto— respondo, abriendo los brazos hacia el mar. —Esto de que estés aquí, yo esté así, y todo parezca... bien.
Él me observa un segundo más, luego cierra los ojos y se deja caer de espaldas en la toalla, como si mi respuesta fuera suficiente. Me quedo callada, pero la pregunta retumba como una ola vieja en mi cabeza: ¿Cómo fue que llegamos aquí?
Todo comenzó en esa cena…
Cierro los ojos, todo está fresco. La casa de los padres de Ricardo está en lo alto de una colina al norte de la ciudad. Es grande, blanca, con jardín frontal y una verja de hierro forjado que cruje al abrirse. Desde afuera se ve todo perfectamente decorado para la temporada: luces cálidas envolviendo los marcos de las ...