Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda
Fecha: 18/10/2025,
Categorías:
Transexuales
Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos
... todo esto. Es la primera vez en toda mi vida que Ricardo va a tocar mi cuerpo... este cuerpo. O, al menos, esta forma de presentarlo, este lenguaje que he ido aprendiendo en silencio, capa por capa, gesto por gesto. Y aún así, se siente natural. No hay tensión. No hay máscara.
Ricardo se incorpora, se sienta a mi lado y toma el pequeño frasco.
—¿Espalda?— pregunta.
Asiento. Me incorporo un poco, le doy la espalda, y siento sus manos tibias, extendiendo el aceite sobre mis omóplatos, luego descendiendo por mis hombros. Su tacto es firme, respetuoso. No hay morbo, no hay broma. Solo la atención sincera de alguien que quiere que estés cómoda, protegida. Y sin embargo, sí hay algo más: una especie de ternura antigua, como si hubiera esperado mucho para llegar a este momento.
—Tu piel es suave— dice, casi en un murmullo.
—Es el sol— respondo, queriendo restarle peso.
—No. Es la forma en que lo llevas. No sé cómo explicarlo. Antes… Siempre te vi entero, sí, pero ahora hay algo más. Como si tu cuerpo también estuviera hablando por ti.
Guardo silencio. Él continúa extendiendo el bronceador, ahora en los hombros y la parte superior de la espalda. Me toma por sorpresa un gesto: deja un beso corto y muy leve sobre uno de mis omóplatos. No sé si fue real, si lo imaginé, si lo soñé con los ojos abiertos.
Cuando termina, me ofrece una sonrisa breve.
—Gracias— susurro.
—A ti. Por todo.
Nos quedamos en silencio. El mar sigue moviéndose. El día parece ...
... detenerse justo en esa escena. Hasta que él rompe la quietud con un cambio de tono, como si ya llevara horas ensayando la frase:
—Esta noche, víspera de Año Nuevo, quiero invitarte a cenar. No en cualquier lugar— me aclara, girando un poco para verme mejor. —Un restaurante hermoso, frente al mar, velas, manteles blancos, platos raros que ni sabremos pronunciar.
—¿Y eso por qué?— pregunto, todavía entre la sorpresa y el desconcierto.
—Porque te lo mereces. Quiero cerrar este año contigo. Porque esta historia que estamos viviendo no podría tener otro epílogo que una cena contigo, Diana.
—¿Y qué me pongo para tal ocasión?— respondo, ingenua aún, de veras. Él sonríe.
—Sube a la habitación antes del atardecer. Sobre tu cama habrá una sorpresa.
Y sin añadir más, se recuesta de nuevo, como si acabara de dejar caer una piedra en el agua, sabiendo que las ondas se extenderán mucho después.
Yo permanezco mirando el cielo. El sol se desliza por mi vientre, por mis muslos, por el pequeño espacio entre la tela del bikini y mi piel. Pienso en la cena, en la habitación. En la sorpresa. Por primera vez desde que llegamos, siento que no tengo miedo de lo que venga.
Subo las escaleras con el ritmo lento de quien prefiere aplazar lo inevitable. El hotel es silencioso a esta hora dorada del atardecer, como si supiera que algo importante está por ocurrir. Al abrir la puerta de mi habitación, me invade una fragancia nueva: huele a lavanda y a papel fino. La cama está impecable, ...