Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda
Fecha: 18/10/2025,
Categorías:
Transexuales
Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos
... sentamos en una terraza rodeada de plantas. El aire tibio de la ciudad me acaricia los brazos. Tengo las bolsas a mis pies, y me doy cuenta de que ya no estoy pensando en si parezco o no parezco. Estoy pensando en cómo me siento. Y eso es nuevo.
—¿Puedo preguntarte algo?— dice Verónica.
—Claro.
—¿Cómo te estás sintiendo con todo esto?
Dudo. No porque no sepa qué decir, sino porque hay demasiadas respuestas.
—Extrañamente bien— respondo, al fin. —No pensé que me sentiría así. Es decir… no pensé que tendría espacio para esto. Pero aquí estoy. Y no me duele.
Ella asiente. Deja su taza a un lado.
—Eso que sientes es legítimo. No necesitas entenderlo por completo para vivirlo. A veces, solo hay que dejarse ser. Y si algo no encaja más adelante, se reacomoda.
—¿Y si no quiero volver atrás?
—Entonces no vuelvas.
La seguridad con que lo dice me estremece. Nadie me había dicho algo así. No con ese tono, como si fuera tan fácil. Quizás sí lo es.
Después del café, nos dirigimos a una pequeña perfumería. El encargado, un hombre mayor de modales suaves, nos muestra varias opciones. Verónica elige una con notas de jazmín y vetiver. Me la rocía en la muñeca. La huelo. Me gusta. No es un aroma dulce ni invasivo. Es elegante, decidido. Como un susurro que deja marca.
Verónica sonríe.
—Es muy tú.
Me limito a asentir. Siento que empiezo a tener una versión de “mí” que no había considerado nunca. Y que tiene aroma propio.
La última tienda es de ropa ...
... interior. Me estremezco al cruzar la puerta, pero Verónica se anticipa.
—Relájate, no estás robando nada. Estás eligiendo.
Elegimos un par de conjuntos cómodos. Uno en color marfil, suave, de algodón con encaje delicado. Otro más sencillo, pero con un corte que se ajusta perfecto a mi cuerpo. Me pruebo ambos. Miro mi reflejo: no hay nada provocativo en mi imagen, solo una paz extraña, como si ese fuera el tejido que me debí poner desde hace mucho.
Cerramos el día en una librería. Ella me da una libreta azul marino, sin líneas.
—Para que escribas lo que no quieras decir. Para que te dibujes si no sabes explicarte. Para que te escribas a ti misma si nadie más lo hace.
Siento un nudo en la garganta. La tomo. Y solo atino a abrazarla. Y de paso, a Verónica.
De regreso en el auto, con todas las bolsas sobre mis piernas, pregunto con torpeza:
—¿Cómo vamos a pagar todo esto?
Verónica arranca, sonríe como si lo esperara.
—No te preocupes, Ricardo dijo que es su regalo de Navidad. Que nadie invierte tanto tiempo y corazón en una historia si no quiere que continúe.
Me quedo callada. Miro el atardecer por la ventana. El cielo se vuelve rosa, luego naranja, luego azul profundo. Siento que empiezo a empacar, sí. Pero no ropa. Empiezo a empacar preguntas, formas nuevas de pensarme, de hablarme. Empiezo a empacar a Diana.
Y aunque no lo diga, sé que no hay vuelta atrás.
El día decisivo. El día que tanto esperé. Estoy lista.
O eso me repito mientras me ...