1. Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda


    Fecha: 18/10/2025, Categorías: Transexuales Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos

    ... algo ha cambiado: ya no me veo como antes. Tampoco sé muy bien quién me devuelve la mirada, pero tiene los ojos más abiertos. Como si el reflejo también estuviera esperando algo.
    
    Bajo deprisa las escaleras y me encuentro con ella, recargada en la puerta del auto. Viste jeans claros, un blazer azul marino, tenis blancos y gafas grandes que apenas le ocultan una sonrisa cálida. Sin decir palabra, me señala el asiento del copiloto.
    
    —¿Lista?— pregunta.
    
    Dudo un momento, luego asiento.
    
    —No del todo… pero creo que sí.
    
    Nuestra primera parada es en una calle que parece salida de una película francesa. Empedrada, llena de sombra, de balcones llenos de macetas y risas bajas. Allí se encuentra una boutique que apenas se anuncia con una placa de metal con el nombre “Aurora”, grabado con delicadeza.
    
    —Aquí— dice Verónica, mientras me toma suavemente del brazo. —Aquí empieza tu equipaje.
    
    Al entrar, me recibe el olor a madera y lavanda. Las prendas están dispuestas como si fueran parte de una galería de arte: telas colgando de ramas secas, zapatos alineados como esculturas, y maniquíes que parecen flotar. Nadie nos apura. Nadie nos observa con juicio. Solo hay silencio, terciopelo, y un par de luces cálidas cayendo sobre vestidos que podrían narrar novelas completas.
    
    —Nada de prisas. Mira, toca, piensa en lo que te hace sentir tú— dice Verónica, y se aleja un poco, como dándome espacio.
    
    Camino entre percheros. Rozo los tejidos con la yema de los dedos. Algodón, ...
    ... lino, seda, encaje. No son solo telas; son temperaturas, ritmos, maneras de estar en el mundo. Una falda plisada me detiene. Es gris perla, larga hasta media pierna, y parece susurrar en lugar de moverse. Me la imagino con un suéter sencillo, con zapatillas planas. Me la imagino... puesta en mí. Y no se ve ridícula. No me siento ridícula.
    
    Verónica se acerca con una blusa sin mangas, tono rosa viejo.
    
    —Ésta, mira. Pruébatela con la falda. Confía en mí.
    
    Y lo hago. Me miro en el espejo del probador, tímidamente. La caída de la tela me sigue con respeto, no me aprieta ni me niega. Mi silueta, delgada y sin grandes curvas, parece dialogar bien con la ropa. No me siento disfrazada. Me siento, más bien, autorizada. Salgo para que Verónica me vea. Ella sonríe, sin exagerar.
    
    —No es solamente que estés linda— dice. —Es que te ves cómoda. Y eso no se finge.
    
    Después, vamos a una tienda más moderna, juvenil, bulliciosa. Aquí el ambiente es distinto. Hay chicas tomándose selfies en el espejo, algunas tararean canciones pop en el hilo musical del local. Me siento un poco intrusa al principio. Pero de pronto, una chica rubia, de piel morena por el sol, me mira y dice:
    
    —Ese top blanco te quedaría genial. Prueba ese. ¡En serio!
    
    No hay burla en su voz. Solo una sugerencia sincera. Lo tomo, me lo pruebo. Me miro. Río. Sí, queda bien. Me queda bien.
    
    —Empiezas a verte sin miedo— me dice Verónica cuando salgo. —Eso es una buena señal.
    
    Hacemos una pausa para tomar un café. Nos ...
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