1. El mejor amigo de una mujer casada


    Fecha: 10/06/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos

    ... mientras yo le galopo en el suelo; Esa polla, me obligaría a chupársela de rodillas ó me comería él el coño abierta de piernas sobre la mesa; Ese cuerpo divino, me zarandearía como a un animal mientras me somete a cuatro patas ó se mecería dulce sobre mí en la cama; Esa boca, ¡ah!, ¡ah!, ¡¡AH!!... Me había metido varios dedos de mi mano derecha mientras me frotaba, hasta que un orgasmo maravilloso mi hizo desfallecer, obligándome a agarrar el grifo para no caerme al suelo. Allí estaba yo, con las bragas a medio bajar, fantaseando con ese hombre, disfrutando de la imparable propagación del orgasmo por todo mi cuerpo, ¿por qué? ¿Por qué no podía controlar aquello? Esperé unos minutos para serenarme, luego me limpié. La primera noche iba a ser muy difícil con aquel tío en casa. Durante la cena, apenas pude probar bocado. Mi marido se sentó a mi derecha, y Rober se puso frente a mí. Llevaba un polo azul marino, ajustado, de cuello tunecino con una fila de botones abiertos hasta dejar entrever su pecho. Aquel colgante adornaba un torso musculoso y perfectamente definido. Tampoco pude apartar la mirada de sus brazos. Sus bíceps se abultaban con cada leve movimiento, y esas venas que los recorrían. Nunca creí que la visión de unos brazos así me alteraría de esa manera. Confieso que al comienzo de la cena, pensé excitada que quizá Rober aprovecharía nuestra posición en la mesa para tratar de tocarme por debajo. Que acariciaría mis tobillos con sus pies descalzos, subiendo hasta ...
    ... donde le resultara posible. Aquella idea junto al hecho de que nuestras miradas se cruzasen o mejor dicho, chocasen de forma continua me provocaron de tal forma, que pronto me di cuenta de que la fuerza de mis pezones comenzaba a poner a prueba la tela bajo mi escote. Pero a medida que avanzaba la cena y ver que nada de eso ocurría, cierta desilusión fue haciendo presa de mí. Contrariada, no podía evitar sentirme decepcionada al tiempo que me relajaba darme cuenta de que me había dejado llevar por unas estúpidas e insanas fantasías. -¿Voy por más vino? -preguntó mi marido. -Por mí de acuerdo -dijo Rober levantando su copa casi vacia y dedicándome el último trago cortésmente. Con mi marido en la cocina me sentía indefensa, no me atrevía a mirarle a los ojos. No quería perder los estribos. -Estás preciosa, Dora. -¿Cómo? -pregunté. -Estás deslumbrante con ese vestido -me dijo mirándome intensamente con sus ojos verdes. -Gracias. -Y esa colonia que llevas, casi no me deja pensar. Es muy sensual, ¿cuál es? - Cocó Channel. -Channel. No, no puede ser. Tú hueles como flores de verano, como un jardín que hay a orillas del Bósforo. ¿Has estado en Estambul? No contesté. Estaba petrificada. Rober había olido la colonia de mora con la que me había impregnado el pubis. ¿Cómo? No era posible. ¿Por qué diablos tardaba tanto Martín? -Si supieras como me la estás poniendo... Prosiguió -Te haría el amor ahora mismo, aquí, encima de la mesa si tú lo desearas. -¿Perdona? Joder, joder. ¿Qué había ...
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