El mejor amigo de una mujer casada
Fecha: 10/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... dicho? ¿Había oído bien? Disimulé como si no hubiera oído nada ya que mi marido volvía a la mesa. -Aquí traigo el vino. No lo encontraba. Un Cinco Almudes, tú preferido ¿no, Rober? -¡Estupendo! ¡Ahora mismo no querría otra cosa! -exclamó Rober guiñándome un ojo. Incómoda, me levanté inmediatamente. Estaba tan nerviosa que volvía a tener ganas de orinar. -¿Qué te ocurre cariño? -me preguntó mi marido. -No nada, tengo que ir al baño, perdonad. Cuando pasé al lado de Rober vi su mirada de deseo, y tuve tomar aire para no tirarme sobre él como una leona en lugar de seguir caminando hacia el baño. Llegué hasta el servicio y me encerré dentro. Otra vez en el cuarto de baño, pensé. No comprendía cómo me había encoñado con aquel hombre de esa forma, me tenía loca, como una adolescente en plena ebullición hormonal. Era increíble la atracción que sentía, me palpitaba el corazón como se me fuera a dar un infarto, sentía cosquilleos por todo el cuerpo. ¡Me mojaba entera con solo acercarme a él! En ese momento, tocaron a la puerta. -¿Dora? ¿Te encuentras bien? ¡Era Rober! -Sí. Salgo enseguida. ¿Cómo había dejado a mi marido en el salón? Qué pensaría allí solo sin saber qué ocurría. Martín parecía confiar ciegamente en él. Seguro que Rober le habrá dicho que él vendría a revisar que todo iba bien, como es enfermero... Abrí la puerta y Rober se abalanzó sobre mí. Yo me resistí débilmente, intenté apartarlo pero él ya me devoraba el cuello. Me inundó de su fragancia, fuerte, dura, ...
... implacable. Aquello me volvió loca y le besé. Le besé como si le hubiera estado esperando cien años. Nuestras lenguas se revolvieron con fuerza, nerviosas e impacientes. -Rober, déjame. Nos va a ver. -Por Dios, Dora. Eres una mujer increíble, fascinante. Ojalá te hubiera encontrado antes que él. -Mi marido… shhhh, ¿está en el salón? Él no me respondió sino que me metió mano por debajo de la falda, acariciándome sobre las bragas, apretándome el culo con brutalidad. -Tienes unas piernas tan sexys. Me encanta que te hayas pintado las uñas de los pies. Lo has hecho para mí ¿verdad? Me estás volviendo loco. -Oh Rober, déjame, déjame por favor. No, así no. Sin dejar en ningún momento de besarme con angustia, las manos de Rober avanzaban imparables hacia su destino en mi cuerpo y pronto, apartándome las bragas a un lado, sentí que empezaba a hurgar con uno de sus dedos en lo más profundo de mí ser, en mi sexo. Yo luchaba por no entregarme a él, por no ceder a la tentación, al hambre. Pero ya no podía oponerme, en aquel instante mi cuerpo era suyo, y mi piel arcilla que Rober moldeaba con sus manos. Así que no tuvo problemas en meterme aquel dedo al que acogí con frenesí dentro de mí. -Rober, ¿Qué haces? -Sssh, ¿por qué no? Es lo que quieres, lo sabes igual que yo. Desde la primera vez que te vi. Intenté huir, negarme, pero claudiqué, caí y… empecé desquiciada a comerle la boca a aquel hombre. Los siguientes diez segundos se consumieron pesadamente, como la mecha de un cartucho de dinamita. ...