El mejor amigo de una mujer casada
Fecha: 10/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... recordé que el pestillo de esa puerta hacía meses que no funcionaba y que Martín no hacía caso de arreglarlo. Mi marido estaba en el salón, tenía la tele encendida. ¿Y si…? Al menos un vistazo, ¿qué mal hacía eso a nadie? No era nada malo… sólo deleitarme un poquito, calmar mi inquietud con una miradita inocua que no haría daño a nadie. Además, seguro que la había dejado abierta para inducirme a pecar, pero como la puerta quedaba justo al lado de la ducha sólo implicaba acercarme y mirar un instante… sin fisgonear ni hacer nada. Caí en la tentación, e intentado no hacer ruido me aproximé un poco a la puerta del cuarto de baño. Como una cazadora furtiva, dirigí mi mirada hacia esa presa prohibida. Yo, una mujer casada mirando a otro hombre enjabonándose el pelo con champú con los ojos cerrados, ¡Qué músculos!, ¡Qué brazos! ¡Qué todo! Apenas cabía en nuestra ducha, Dios mío. Entonces, se giró para coger el gel de la repisa al otro lado y pude intuir unos grandes pectorales. Tenía el cuerpo de uno de esos nadadores de los Juegos Olímpicos. Su piel era morena, sus hombros robustos, sus brazos enormes y su vientre plano, y su sexo… Tenía la polla a media erección, ligeramente levantada, y se le balanceaba de un lado a otro al mismo ritmo que la esponja recorría su cuerpo, tan grande, tan amenazante que no me sorprendió cuando noté seca mi boca sin poder cerrarla. Alucinada e inquieta por mí descaro, al girarse vi cómo se tambaleaban sus testículos. Eran como, no sé, como dos ...
... pelotas de golf, lo juro. Impresionante. Tuve que moverme como si estuviera haciéndome pipí, cruzando las piernas para aguantar cierta sensación de incontinencia. Finalmente, me llegó ese olor corporal tan fuerte, tan explícito, tan salvaje y delicado al mismo tiempo… De pie en la puerta del baño pensé que si aquel tío me calentase la cama, yo misma lo bañaría después agradecida. -¿Dora Cariño? Di un respingo. Era mi marido, voceando extrañado desde el salón. El corazón me latía a mil por hora. -¡Dime, amor! ¿Qué quieres? -Vienes ya o qué. -Tengo… que hacer pipí y está ocupado. -¿Está Rober? -Sí. -Pues ve a nuestro baño. -Ya. A eso iba. Me fui corriendo y me encerré en el baño de nuestro dormitorio. Estaba atacada, el corazón desbocado. La mezcla del miedo a que mi marido me hubiera pillado, y lo cachonda que me había puesto la imagen de aquel tío duchándose hizo que perdiera los papeles. Me subí el vestido y vi que estaba mojada, ¡mis braguitas! Pensé cayendo en la cuenta de que hacía años que no me pasaba aquello. Me toqué por encima y sentí el tejido empapado en mis dedos. Apoyada sobre el lavabo, sin darme cuenta de lo que hacía, empecé a batir en mi sexo aquel fluido transparente. Con los ojos cerrados, me esforzaba por recordar aquel vistazo a la polla del amigo de mi marido. ¿Qué me ocurría? No dejaban de volar en mi mente los tormentos a los que me podría someter. Esos brazos, me aguantarían suspendida abrazada a él mientras me clava en su polla ó me acariciaría la espalda ...