1. Una apuesta, un vestido y un secreto — Segunda


    Fecha: 18/10/2025, Categorías: Transexuales Autor: Diana Laura, Fuente: TodoRelatos

    ... ventanas, una corona de follaje natural en la puerta, faroles encendidos flanqueando el pórtico. Y cuando llegamos, el olor, ese olor que ya dice todo: comida casera, especias, pino fresco y algo dulce, tal vez canela o manzana horneada.
    
    Ricardo me abre la puerta del auto con esa mezcla de caballerosidad exagerada y picardía burlona. Me tiende la mano y yo bajo, cuidando que el abrigo largo que llevo sobre el vestido no se atore con el tacón. Siento sus dedos fuertes sostenerme con un gesto gentil.
    
    —¿Lista?— me pregunta bajito, mientras arregla un mechón suelto de mi peinado.
    
    Yo asiento, sin poder hablar.
    
    Nos acercamos a la puerta. Hay voces adentro, risas, música tenue. Alguien está sirviendo vino. Ricardo aprieta el timbre.
    
    Unos segundos. Y entonces, pasos. Rápidos, seguros. La puerta se abre y una mujer de cabello oscuro y elegante —la madre de Ricardo— nos mira y sonríe.
    
    —¡Miren a quién tenemos aquí!— exclama con los brazos abiertos, abrazando primero a su hijo y luego a mí, sin dudar, como si me conociera de toda la vida. —¡Pero qué guapa eres! ¡Ricardo, por fin alguien con gusto!
    
    Me besa las mejillas con cariño real. No siento juicio en su mirada. Solo genuino afecto. Ricardo le guiña el ojo y entra. Yo lo sigo, sin saber bien a dónde mirar primero.
    
    El interior de la casa es acogedor, lleno de madera clara, luces tenues, alfombras que absorben el sonido. Huele a clavo, a romero, a hogar. En el fondo del comedor hay una mesa larguísima con ...
    ... manteles rojos y blancos, centros de mesa con velas y piñas, copas altas de vidrio tallado. Veo ya a varios adultos sentados, y a niños correteando entre las piernas de sus padres.
    
    Una tía de Ricardo, creo, me estrecha la mano. Me pregunta de dónde soy, cómo conocí a Ricardo. Un tío bromea sobre que al fin el chico trae a alguien que no parece sacada de una revista de modas —lo tomo más como un elogio. Una prima adolescente me dice que le encanta mi vestido. Los niños me rodean preguntando si sé hacer trenzas como su mamá. Me río. Les digo que sé hacer dos tipos. Me aplauden. Y mientras todo esto pasa, siento... que no estoy fingiendo.
    
    Mi voz, más suave de lo habitual, sale sin esfuerzo. Mi sonrisa se siente natural. La forma en que me acomodo el cabello detrás de la oreja, la manera en que cruzo las piernas al sentarme, cómo agradezco los halagos: no es una actuación. Es presencia. Es genuina y concreta posibilidad. Ricardo no deja de mirarme desde la cabecera de la mesa, donde conversa con su padre. Me sonríe como si se alegrara de algo que ni él entiende del todo. Cuando nuestras miradas se cruzan, levanta la copa en un gesto discreto. Brindamos sin palabras.
    
    La conversación fluye con facilidad. Hablan de viajes, de política, de películas navideñas. Yo aporto poco al principio, pero luego me animo. Menciono un libro que leí, una serie que vi. Todos me escuchan, todos me incluyen. Incluso hay un momento en que el padre de Ricardo, un hombre imponente, con voz grave, se ...
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