1. Antonio y Martín se follan a la hija de un amigo


    Fecha: 12/10/2025, Categorías: Hetero Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... —exclamó Antonio, soltando otra carcajada que hizo vibrar la habitación—. Eres la hostia, chiquilla. ¡Con dos cojones!
    
    Martín recogió sus pantalones del suelo y sacó la cartera de uno de sus bolsillos con una sonrisa resignada, negando con la cabeza.
    
    —Ahora entiendo por qué la muy zorra se estuvo tan callada durante la jodienda —gruñó Martín, con una sonrisa torcida—. Si llega a demostrar que lo estaba gozando, no podría usar ese puto video como prueba de abuso por nuestra parte. ¡Está claro que no ha salido al atolondrao de su viejo!
    
    Mientras los dos camioneros, entre risas y gruñidos de fastidio que sonaban más a orgullo que a enfado, rebuscaban en sus carteras, Eva mantuvo el dedo sobre el botón de envío, con una sonrisa triunfal que iluminaba su rostro. Todo había salido a la perfección, exactamente como lo había planeado.
    
    Tanto Martín como Antonio, con una sonrisa resignada y una negación lenta de cabeza, sacaron un par de billetes de sus carteras. No hubo necesidad de recurrir a Bizum; como buenos camioneros, siempre llevaban efectivo encima para sus "gastos extra", una costumbre de puteros que hoy les costaba cara de una forma ...
    ... inesperada.
    
    —Esta noche no sólo hemos follado, nos han tomado el pelo y nos han sacado la pasta. Y todo por la puta cara.
    
    Con un gesto entre resignado y divertido, los dos hombres arrojaron los billetes sobre la cama, por la cual parecía que acababa de pasar un tornado, dejando un rastro de sábanas revueltas, cercos de sudor y cojines desparramados.
    
    —¡Pero la jefa eres tú, coño! Nos has pillado pero bien.
    
    Eva, con el culo apoyado en el escritorio, los miraba con una ceja levantada y una sonrisa ladeada, los brazos cruzados bajo el pecho desnudo habiendo dejado ya su móvil sobre la mesa. Observaba cómo ambos, todavía medio empalmados, se subían los calzoncillos como podían, entre torpes carcajadas y resoplidos de fatiga. Le hacía gracia ver a esos dos machotes, normalmente tan seguros de sí mismos, recogiendo los gallumbos como críos pillados in fraganti. Y aún más gracia le hacía que, pese al desmadre, ambos parecían dispuestos a repetir en cuanto ella lo mandara.
    
    Porque lo dicho: la que mandaba ahora allí… era ella.
    
    —Y me pagáis la… “puta pastillita de los cojones”.
    
    Añadió la joven, parafraseando al bruto de Martín con una sonrisa aviesa en los labios. 
«12...10111213»