1. Antonio y Martín se follan a la hija de un amigo


    Fecha: 12/10/2025, Categorías: Hetero Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    El apartamento de Benito, un refugio de paredes blancas y muebles minimalistas, olía ahora a Ducados, cerveza y pizza barbacoa. En el centro de la habitación, un televisor de pantalla plana transmitía el partido de fútbol con un volumen que competía con las risotadas y los comentarios soeces de Antonio y Martín. Los dos camioneros, compañeros de carretera y de aventuras, se habían reunido en casa de su amigo viudo Benito para disfrutar de una tarde de deporte, birras y camaradería.
    
    Antonio, con su cuerpo fornido y su barriga cervecera, se recostaba en el sofá, sus brazos fuertes apoyados en los reposabrazos. Su cabello gris oscuro, con toques más claros en los laterales, contrastaba con su barba cana, que le daba un aire de sabiduría y experiencia. Sus ojos marrones, profundos y penetrantes, observaban la pantalla con atención, aunque su mente ya estaba divagando hacia temas más... carnales.
    
    Y no era para menos.
    
    La culpa la tenía la hija de Benito, el cabrón de su colega de toda la vida. La cría —aunque ya no tan cría— no dejaba de pasearse por la casa como si fuera un puto desfile de provocaciones: shorts imposibles, camisetas sin sujetador, meneando ese culito prieto como si buscara guerra. Y él, que llevaba más de lo que le gustaba reconocer sin mojar —una pequeña eternidad de tres días—, se mordía el labio por dentro cada vez que la veía pasar. La muy lagarta sabía lo que hacía. Ese aire de inocencia chulesca, esos cruces de piernas lentos cuando se sentaba en ...
    ... la mesita del café, o ese “Antonio, ¿me alcanzas el agua?” mientras se estiraba como si estuviera en un anuncio… lo tenía desquiciado.
    
    A su lado, Martín, apodado "El Caballo" por razones más que justificadas, se inclinaba hacia adelante, su cuerpo musculado y tatuado tenso con cada jugada. Su cabeza rapada brillaba bajo la luz, y su barba negra le daba un aspecto intimidatorio que contrastaba con su sonrisa socarrona.
    
    También él se había fijado en el pavoneo descarado de la hija de Benito. ¿Cómo no iba a hacerlo? Si la chiquilla iba por la casa como si estuviera en un casting de zorras en celo. Cada vez que cruzaba delante de ellos se le hinchaba la vena del cuello. Pero ya llevaba un buen rato encerrada en su habitación, y Martín —que era de mecha rápida pero también de calentón directo— parecía haberse enfriado un poco. Se había repantigado en el sofá, una mano en la barriga y la otra jugando con el mechero, como si ya no esperase fuegos artificiales esa noche.
    
    Antonio, sin embargo, seguía con el radar encendido. Porque él sabía que cuando las chiquillas desaparecían de escena… era porque estaban tramando algo.
    
    Y eso, lo excitaba aún más.
    
    —¡Mira, Antonio! ¡El cabrón casi la enchufa! —bramó Martín, señalando la pantalla con el botellín de cerveza en alto—. ¡Pero si tenía el hueco hecho, coño! ¡Puto negao!
    
    Antonio soltó una carcajada bronca, sacudiendo la barriga mientras le daba una palmada al sofá.
    
    —Casi la mete… los cojones —resopló—. Si llego a ser yo, ...
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