El legado de Al-Ándalus
Fecha: 11/10/2025,
Categorías:
Gays
Autor: iberianescriba, Fuente: TodoRelatos
... fin.
—¿Cómo estás, Raúl?
—¡Sácame de aquí, puto loco! ¿Qué coño te pasa en la cabeza? Enfermo.
—Pensé que esto era lo que querías, llevas meses comportándote como todo un valiente, especialmente esta noche.
Raúl calló. Efectivamente, él... lo había provocado. Llevaba meses deseando un enfrentamiento, pero no así. Esto no es juego limpio; antes de que empezara, ya había perdido.
—Incluso tu mujer se ha dado cuenta. ¿Cómo la llamaste? Te escuchó todo el bar, la cosa estaba muy interesante.
Más silencio.
—¿Cómo la llamaste, Raúl? ¿Follamoros?
—... Sí.
–¿Hay algo malo en follar con un moro, cómo tú nos llamas? Venga, contesta
—...
—¿Qué pasa? ¿No lo ves algo puro? ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Piensas que nuestras pollas morenas no contrastan bien en un coño blanquito?
Mientras Labib desarrollaba sus ideas, Raúl cada vez se sentía más indefenso, pues en dicha posición no podía ver nada, solo escuchar. Sin embargo, gracias a la luz lunar, alcanzó a ver una nítida sombra en el suelo; en ella, se observaba a Labib, paseando en círculos, tocándose con descaro el paquete al hablar.
Se encendieron todas las alarmas.
—¡S-socorro! ¡Ayuda!
Labib actuó deprisa y le pisó el cuello con el zapato, haciendo presión y disminuyendo la misma en función de si Raúl bajaba el volumen de sus gritos.
—¡Cállate, maricón! Si vuelves a gritar, te meteré un tiro en la cabeza. ¿Eso quieres?
Raúl respondió entre leves lágrimas: —... ...
... N-no...
—Perfecto. Pues ahora vamos a hacer otra cosa que seguramente tampoco quieras, pero debes aguantar. Vamos, intenta sentarte al menos.
Con bastante dificultad, el español logró sentarse y mantener dicha postura. Labib comenzó a desabrochar su pantalón ante la mirada temerosa de Raúl, quien rezaba porque un milagro ocurriese.
—Como muerdas o saques los dientes, gritaré y vendrán a matarte, ¿entendido?
Raúl no respondió, no le salía la voz. Simplemente asintió con la cabeza.
—Bien.
Labib se bajó el pantalón junto con los calzoncillos, mostrándole a Raúl la bestia que iba a denigrarlo. Incluso flácido era grande, al contrario que el pene de Raúl, que debía estar erecto para competir en tamaño. Tampoco estaba depilado, de hecho, Labib nunca lo había estado.
—Abre la boca y no intentes darme pena.
Raúl, viendo que no tenía más opción, lo hizo. Abrió su boca y engulló, asqueado, el glande de aquel rabo. Cerró los ojos para endulzar la situación, pero Labib quería una humillación completa.
—Mirame a los ojos mientras lo haces.
Raúl obedeció. Movía su cabeza hacia delante y hacia atrás, muy lentamente, explorando así cada rincón del rabo de Labib, que a cada segundo iba volviéndose más duro, hasta que la campanilla de Raúl lo notó.
Era demasiado para él.
—¿Qué, zorrita? ¿Muy grande?
«Zorrita»
La misma palabra que utilizaba con su mujer, ahora era usada contra él.
—... Sí.
—Sigue, no te he dicho que pares.
Con tenues lágrimas en sus ojos, Raúl ...