1. El legado de Al-Ándalus


    Fecha: 11/10/2025, Categorías: Gays Autor: iberianescriba, Fuente: TodoRelatos

    ... enseñó el dedo corazón en dirección a la mesa de Labib y sus compadres; eso, casi ocasiona una pelea, pero el hermano de Labib lo frenó, alegando que Raúl solo estaba borracho, que no merecía la pena.
    
    Incluso Lucía, la mujer de Raúl, le echó una reprimenda como de las que no hay. Y eso no le gustó nada a nuestro hombretón.
    
    —¿Qué coño haces, Raúl?
    
    —No me calientes la cabeza.
    
    —¿Que no haga qué? ¡Tienes dos hijos! ¿Qué quieres? ¿Que te vean con la cara morada? Deberías madurar y dejar el pasado a un lado, joder.
    
    —¡He dicho que me dejes en paz! —Gritó Raúl, provocando que los más curiosos apartaran la vista del partido. —Mi madre tenía razón, eres una puta loca.
    
    —¿Ah, sí? —Respondió Lucía, con su ego por los suelos. Había llorado mucho por la muerte de su suegra, siempre pensó que... le tenía cierto aprecio, ¿y era así de la manera en la que pensaba sobre ella?
    
    —Sí.
    
    Lucía tuvo mucha paciencia con su marido durante todos estos meses, pues eso es lo que significa un matrimonio, estar juntos en las buenas y en las malas. Sabía que él sólo necesitaba tiempo, que volvería a ser el mismo de antes, pero no podía más. Estaba harta de que la tratase mal cuando lo único que ella quería era ayudarlo, que resurgiera de sus cenizas y convertirse de nuevo en ese brillante y exitoso hombre.
    
    —... Pues tú, eres un perdedor.
    
    Raúl la miró atónito; se le había helado la sangre. Cada vez tenían más público y no pretendía destrozar la imagen de idílico matrimonio que ...
    ... tenían en el vencindario. No todavía, pero Lucía se lo ponía muy difícil, demasiado.
    
    Cada vez iba adoptando una personalidad mucho menos sumisa y elegante frente al resto, y eso molestaba mucho a Raúl.
    
    —¿Eso crees?
    
    —Sí, y estoy harta de aguantar a un fracasado. —Expresó sin pena alguna.
    
    Se escucharon varios susurros entre el público, y eso cabreó más a Raúl.
    
    —Pues lárgate de mi vista, follamoros.
    
    Ahora sí.
    
    Lucía asestó un guantazo a su esposo. De no ser porque estaban en público y eso podría acarrearle problemas, se lo habría devuelto. Pero, en lugar de eso, se quedó quieto, de nuevo con su orgullo herido, observando cómo sus rivales lo miraban riéndose desde la otra mesa, burlándose de la pérdida definitiva de su masculinidad.
    
    No obstante, el hecho de que su mujer le abofeteara en público no sería lo único que destruiría su masculinidad. Aún le quedaba un balazo más que daría de lleno en la diana.
    
    —... ¿Qué coño miráis? Dejadme en paz, joder. —Le dijo Raúl a sus espectadores.
    
    Esto, claro, a los de su propia etnia, vecinos que ya lo conocían. A Labib y su pandilla solo les devolvió de nuevo el dedo corazón. No se ofendieron, pues ya no lo veían como un igual, sino como una frágil presa a la que sería muy fácil cazar y darle una lección a la altura.
    
    —¡Eh, Sofía, otra caña por aquí! —Vociferó Raúl, en dirección a la camarera, con la cual ya tenía cierta confianza, no solo por ser cliente habitual del bar, sino por habérsela follado hace años en ...
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