1. Cristina, Invadida por el deseo Cap I


    Fecha: 08/05/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Dantes, Fuente: computo.ru

    ... triunfo y de la tremenda afrenta que le había infligido a mi marido.
    Recogió las llaves de mi casa, que estaban sobre el velador. Miró mi foto de matrimonio, la levantó para verla mejor. La mueca perversa volvió a cruzarle la cara. 
    ―Nada me gustaría más que mirar la cara que pondría tu marido si te viera bañada en mi semen como una perra asquerosa ―dijo guardándose las llaves―. Pero prefiero que por ahora no se entere, que siga manteniendo esta casa, alimentándote, vistiéndote y pagando tus emperifollamientos… para que me complazcas a  mí.
    Me senté en la cama  y me cubrí con las sábanas. Se acercó, me tomó de la barbilla y levantó mi rostro para que lo mirara.
    ―Me llevo las llaves porque en adelante voy a entrar en esta casa cuando me dé la gana ―dijo con su voz carrasposa―. Volveré después de almorzar; quiero que te des un baño y me esperes en esta misma cama... con tu ajuar de novia puesto. ¿Oíste, puta? ―Se quedó mirándome, esperando una respuesta―. ¿Oíste, puta de mierda? —volvió a preguntar.
    ―Sí, don Tito…
    Me lanzo un beso y salió del dormitorio. Escuché cerrarse la puerta de la calle.  Me llevé las manos a la cara y lloré; de vergüenza, de rabia, de impotencia, no lo sé; sólo sé que lloré desnuda sobre la cama. Sentía secarse el semen sobre mi piel, y mi ano me ardía.
    Me levanté, me di una ducha y me dispuse a hacer mis maletas. Era pasado el mediodía, y el viejo había dicho que volvería después de almorzar. Tenía por lo menos dos horas para empacar e irme de ...
    ... ahí. Llamaría a Pablo desde la casa de mis padres para que me fuera a buscar allá, y le pediría que nos fuéramos lejos, sin explicaciones de por medio, o dándole la primera que se me ocurriera. Él lo haría por mí, me amaba y se iría conmigo sin mayores preguntas; sería un gesto romántico muy propio de él. 
    Mientras empacaba encontré mi ajuar de novia; las palabras del viejo resonaban en mi memoria. Sin saber cómo, mi apuro se fue desvaneciendo; ahí estaban las blancas prendas que habían cubierto mi cuerpo en mi noche de bodas: mi portaligas, mi brassier de encaje y el diminuto colaless se deslizaron por entre mis dedos; estaban suaves, y recordé lo mucho que le gustaban a Pablo. Decía que me veía preciosa, que podía estar muy cansado, pero que al verme con esas prendas adornando mi cuerpo, no aguantaba las ganas de hacerme el amor. Cuando me di cuenta ya las tenía puestas, y estaba frente al espejo. Mi fina cintura se prolongaba en unas fabulosas caderas, mi portaligas ceñía mis nalgas y aseguraba mis medias en mis muslos. El brassier juntaba mis pechos, generando una gloriosa vista del escote. Me extrañaba no haberme detenido nunca a admirarme en mi tenida nupcial, y seguí unos momentos contemplándome en el espejo. 
    Cambié las sábanas y me introduje en la cama. Sentía mi ajuar ciñendo mi cuerpo. Me recosté de lado, dando la espalda a la entrada del dormitorio, y esperé. Sabía que Pablo no llegaría hasta las siete; estaba trabajando, y nunca sospecharía lo que su mujer estaba ...