Cristina, Invadida por el deseo Cap I
Fecha: 08/05/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Dantes, Fuente: computo.ru
CRISTINA
CAPÍTULO 1
Me llamo Cristina, tengo veinticinco años, y estoy casada desde hace uno con un hombre maravilloso. Conocí a Pablo en la universidad; él estudiaba arquitectura y yo derecho. Lo nuestro fue algo así como amor a primera vista, Pablo era muy atractivo, y tenía a muchas alumnas babeando por él. Yo también causaba sensación entre mis compañeros, y más de alguna flor o poema apareció sobre mi pupitre en aquella época.
Uno de esos pretendientes cometió el error de presentarme a mi futuro esposo; todavía es amigo nuestro, y no es raro que reciba una que otra broma al respecto cuando nos juntamos con nuestros antiguos compañeros, aunque se defiende atribuyendo a mi belleza sus “errores tácticos”. Los demás terminan dándole la razón; incluso Pablo se suma a ellos cuando elogian mi rostro juvenil, “adornado con un par de rubíes azules”, agrega galantemente. Y siempre que se echan al cuerpo un par de copas demás, comentan mi increíble delantera, mi cintura, mis redondas pompis y mis largas y bien formadas piernas. Esa admiración es una de las razones por las que me gusta tanto el ejercicio; no puedo negar que cuido esmeradamente mi apariencia física. Pablo me dice que soy su Barbie.
Aunque ambos procedemos de familias de buen nivel económico, cuando nos comprometimos —Pablo recién titulado y yo a punto de recibirme—, decidimos empezar desde abajo, sin ninguna ayuda de nuestros padres. Así, después de casarnos, nos fuimos a vivir en un barrio común y corriente, ...
... donde habían casas bonitas y otras bastante feas. Esa misma heterogeneidad se daba en la calidad humana de la gente que las habitaba.
Por ese motivo, evitamos entablar vínculos de amistad con nuestros vecinos. Incluso a Pablo le caía bastante mal nuestro vecino de enfrente, don Tito. Decía que me miraba demasiado y que ni siquiera lo disimulaba como los demás; más de un encontrón habían tenido por esa causa. Yo pensaba que el tal don Tito, con sus cincuenta y tantos años a cuestas, su barriga cervecera y su cara de malas pulgas, nunca había tenido la oportunidad de admirar tan de cerca a una mujer tan atractiva como yo. Cuando le decía eso a mi marido, se relajaba y me devolvía una sonrisa. Por otra parte, la esposa del viejo, doña Raquel, era bastante amorosa, y me entretenía conversando con ella cuando venía a pedirme algo de vez en cuando; así que le rogaba a Pablo que no fuera tan antipático con su marido.
Al margen de esa molestia externa, que me parecía insignificante, nuestra intimidad era bastante relajada. Nunca había estado en la cama con otro hombre que no fuera Pablo, y él, aunque tenía más experiencia, me trataba con mucho respeto. Quién sabe, quizás no quería hacerme sentir incómoda. Sin embargo, de una u otra manera, yo intuía que no me satisfacía completamente en la cama, o tal vez que yo no lo complacía del todo como hombre, y eso me inhibía como mujer. Pero no le daba mayor importancia, pensando que se trataba de azares propios del matrimonio, y que el ...