1. Cristina, Invadida por el deseo Cap I


    Fecha: 08/05/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Dantes, Fuente: computo.ru

    ... foto de mi matrimonio.
    ―No lloraba por mí, don Tito… sino por Pablo…
    ―¿Te da pena tu cornudo hijo de puta?
    ―Me dio pena lo que le estoy haciendo. Pero lo que más me dolió fue darme cuenta de que él nunca podrá darme lo que usted me ha dado.
    ―¿Ah sí?―. El viejo agarró su portentoso miembro, aún erecto―. No tiene uno como éste, ¿verdad?
    ―No, don Tito, ni de cerca…
    ―Pues ahora vas a probar lo mejor, perra…—. Me dio vuelta, me tomó de las caderas, me hizo parar la cola y me introdujo la punta de su índice en el ano.
    ―¿Alguna vez tu marido te lo metió por el culo? —preguntó, haciendo girar su dedo en mi orificio anal y provocándome deliciosas sensaciones. 
    ―No, don Tito ―respondí, imaginando anhelante lo prodigiosa que podía ser esa experiencia—. Me lo pidió dos veces, pero me negué. Quizás me estaba guardando para usted… —añadí, sabiendo que eso le iba a hacer subir a las nubes su enorme vanidad. 	―Así que te guardabas para tu dueño, culona, ¡así me gusta! —profirió con infantil regocijo—.  Entonces te voy a premiar. Prepárate para el trancazo final…—  y empezó a acomodar su glande en mi ano.
    ―¡No! ¡No lo haga, don Tito, por favor, tengo miedo!— supliqué, envuelta en deseo.
    Estaba asustada de verdad. Aunque sabía ya por experiencia que el dolor podía causar un inmenso placer, me atemorizaba la idea de intentar una experiencia desconocida, que podía ser terrible, y causarme daños inimaginables. Pero el viejo, como siempre, no me hizo ningún caso. Me aferró firmemente ...
    ... de las caderas, para que no pudiera escapar, y empezó a hundirme su verga en el culo. En cuestión de segundos sentí cómo su miembro rompía la resistencia de mi anillo rectal y seguía su inexorable avance hacia adentro. Me quedé inmóvil ante el empalamiento que me estaba infligiendo, sintiendo crecer en mis entrañas un oscuro dolor, cuyos alcances ignoraba. En el momento en que el viejo terminó de enterrármelo y sus peludos testículos se pegaron a mis nalgas, me atravesó una descarga de indecible sufrimiento que me hizo emitir un alarido de horror. Pero esa horrible tortura duró dos segundos, y luego empezó a ceder, mezclándose con un flujo de voluptuosidad que aumentaba progresivamente, hasta que todo se convirtió en una experiencia híbrida increíblemente intensa. El viejo se dio cuenta de lo que me estaba ocurriendo, y fue acelerando sus embestidas hasta convertirlas en tremendas estocadas. Mis gritos recogían alternativamente las sensaciones de sufrimiento  y éxtasis que me recorrían  entera.
    —¡Aaayyyyy, Aaahhhh!... ¡Qué dolor más ricoooo! ¡Me estás partiendo el culo, viejo de mierda!... ¡Pero sigue, sigue!… ¡Culéame más fuerte, más fuerteeeee, viejo cabrón!
    	Me quedé exhausta sobre la cama. Sus últimas nalgadas me ardían en el trasero, la foto de mi matrimonio me decía que había sido ultrajada hasta el grado extremo del envilecimiento. Ese maldito viejo me había poseído a su gusto, y ahora se vestía para dejarme tirada como un desperdicio, envanecido de su aplastante ...