Cristina, Invadida por el deseo Cap I
Fecha: 08/05/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Dantes, Fuente: computo.ru
... nuestro era razonablemente normal.
Por eso mismo, si me hubieran dicho lo que iba a pasar, no lo habría creído.
Todo empezó hace unos seis meses. Pablo trabajaba en una empresa constructora y le pagaban bien, mientras yo preparaba mi memoria para recibirme de abogada. Teníamos fe en que pronto me titularía y empezaría a aportar para adquirir la casa que soñábamos.
Una tarde de verano hacía tanto calor que me puse unos jeans ajustados y una blusa bastante ligera para salir a comprar unos refrescos. En la calle advertí que varias miradas masculinas se dirigían descaradamente a mi trasero o a mis pechos. Lo más sorprendente fue que me di cuenta de que eso me provocaba extrañas sensaciones; cuando veía a algún viejo verde o a algún chiquillo mirando mi cuerpo, instintivamente caminaba de forma sensual, para provocar más miradas. Cuando empezaron los piropos ―“Adiós, preciosa”, “¿Quiere que la lleve, mi reina?”―, me sentí halagada… y también excitada.
De vuelta en mi casa, no pude aguantar. Me encerré en el baño, me toqué, metí los dedos entre mis piernas, me acaricié los pechos… Tenía los pezones duros, me sonrojé de sólo pensar que se me notaban en la calle. Estuve masturbándome cerca de una hora, experimentando orgasmo tras orgasmo… Fue un día que nunca olvidaré: los placeres que yo misma provocaba en mi cuerpo, y el recuerdo de las miradas candentes de tantos hombres desconocidos, me dejaron relajadamente satisfecha, como si hubiera descubierto un insospechado ...
... acceso a niveles de experiencia erótica mucho más intensos.
A la mañana siguiente, después que Pablo se fue a trabajar, me quedé sola con esas extrañas sensaciones que se sucedían como oleadas de deseo, ansiosas de repetir lo sucedido el día anterior. No tardé mucho en ponerme los mismos jeans, una blusa aun más ajustada, y salir a caminar… Sólo a caminar, a provocar, a absorber estremecida las miradas que se encendían y las voces que se levantaban a mi paso. Los elogios eran a veces impertinentes, a veces incluso groseros, pero me escoltaban por las calles como un nimbo embriagador, generándome misteriosos impulsos.
Al otro día volví a salir… Lo repetí al siguiente… y al siguiente. Empecé a hacer más ejercicio para verme mejor. Compré maquillajes más provocativos, e incluso me hice tiempo para practicar formas más sensuales de caminar. Estaba encantada con mi nuevo hobby. Las miradas y sobre todo los dichos callejeros me llenaban de satisfacción erótica, me hacían sentir mujer, y en un barrio de esas características era frecuente encontrar algún sujeto que me mirara descaradamente y me dijera alguna grosería. “¡Tremendo culo, mi reina! “¡Con esa delantera, cosita, le pongo el pelao que quiera al arco!” Incluso la diferencia de estatus social me provocaba ideas locas y suspiros llenos de excitación. Era como una bella princesa entre plebeyos ávidos de mi cuerpo… sucios y malolientes plebeyos.
Una mañana estaba muy inquieta, con la temperatura por las nubes, y decidí que esa ...