El pervertido de mi marido
Fecha: 05/08/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... hijo de puta sacaba la pija de la concha de la nena, ya habiéndole dejado un legado seminal más que cuantioso. No lo pensé dos veces. Justo cuando se estaba por poner de pie le clavé las uñas en la espalda y se las deslicé como sé que le fascina. Apenas notó que era yo, mi mano no tuvo piedad. Tres martillazos certeros se estrellaron en su nuca, y su cuerpo mareado cayó al suelo sin más. La pendeja no me vio porque estaba con los ojos vendados con su propia remerita. Ni reparé en él. Di vuelta sin mucho esfuerzo a la mocosa, y sin saber por qué le abrí las piernitas, hundí mi cara entre ellas y le lamí la vagina, el clítoris, cada pliegue de su sexo enrojecido por los chotazos de ese cerdo, y le besé con admiración desde los muslos hasta su ombligo. Nunca había hecho nada con una mujer. Claro que atesoré todo el semen que Rodolfo expulsó en su interior, y pronto me atreví a besarla en la boca, para saborearlo juntas. Probé su lengua, mordí con mis besos cada gemidito insolente de su voz asombrada y le acaricié las tetas con las manos y con mis propias lolas. La tranquilicé jurándole que no tendría problemas, pues, yo me haría cargo de todo. Rodolfo seguía desmayado cuando Lili confirmaba mis sospechas. ¡Rodolfo me daba 10 pesos para que me lo coja, te lo juro, fijate en el bolsillo de mi pantalón! No sabía cómo hablarte de eso, y no quería ...
... terminar en la calle!, dijo afligida y llorando. La calmé con unos besos en el cuello, y le lamí los pezones con un dedito en la puerta de su vagina. Ella disfrutaba, y de esa forma me confesaba todo. Al muy depravado le gustaba coger con Lili después de que ambos le hubieran cambiado el pañal a Nacho. Le creí, y en medio del barullo le pedí que se vista y se fuera, que ya tendría noticias mías, mientras nuestras bocas volvían a unirse en un beso intenso. La ayudé a ponerse la bombacha, le abroché el corpiño y la vi cruzar la puerta con cierta felicidad en su rostro. Quería borrarle la sonrisita de la cara de una trompada, comerle la boca o pedirle que desaparezca de mi vida para siempre. En medio de la locura, recordé que los niños estaban a minutos de salir del colegio. Nacho se había quedado con mi madre. Fui a buscarlos, les compré un helado a cada uno, y cuando llegamos a casa hicimos un bolsito con lo más importante para irnos a lo de mis viejos. Rodolfo ya no estaba, y sabiendo lo cagón que es no me sorprendía que hubiese huido como una rata a lo de sus padres, que viven en otra provincia. Con Lili nos vemos a menudo, y siempre que podemos, cuando no están mis viejos y los chicos, nos hacemos el amor como locas. Hasta ahora Rodolfo no volvió ni siquiera a visitar a sus hijos, y ellos creen que su padre está trabajando en otro país. fin