El síndrome del oso panda (3)
Fecha: 13/05/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Vero_y_Dany, Fuente: xHamster
... idea de que igual no la utilizaba (o lo hacía en compañía) Lo aparté rápidamente de mi mente.A pesar de mi pensamiento después de que nos contáramos nuestras infidelidades mutuas, en el sentido de que habíamos roto un tabú, y que ahora sería más sencillo caer en una nueva tentación, tenía que confiar en ella, porque de otro modo las dudas y las sospechas nos destruirían.«¡Una tarde para mí solo! ¿Qué haría?»Bien, lo primero, ropa cómoda. Camiseta de manga corta, pantalón fresco, y náuticas sin calcetines. Después, un Cardhu con hielo, generosamente servido. Y la prensa del día, que muchas veces se quedaba sin leer.Me acomodé en una butaca, y encendí el televisor. Solo como ruido de fondo, para mitigar la desacostumbrada sensación de soledad.Abrí el periódico. Casi daban ganas de dejar de comprarle: el conflicto de Siria, muertos y más muertos. La hambruna en el Sahel. Pasé rápidamente las páginas hasta llegar a la sección de deportes. La Liga de fútbol ya sentenciada. Las declaraciones de unos y otros sobre el “trascendental” partido del domingo. Ahogué un bostezo, y bebí un buen trago de mi vaso, en el que el hielo comenzaba a derretirse.Y entonces sonó el timbre de la puerta. Me extrañó, porque había vídeoportero en el portal y nadie había llamado. Me encogí de hombros mientras me dirigía a abrir. Seguramente sería un vecino, o alguien habría abierto abajo al visitante, fuera quién fuese.Me quedé embobado con la puerta entreabierta: rubia y de ojos azules, aspecto ...
... nórdico, con el cabello recogido en un moño. Menos de veinticinco años, —calculé—. Un rostro entre infantil y maduro, de pómulos altos, labios llenos, rosados sin necesidad de carmín, precioso. Una sonrisa encantadora. Y un cuerpo… Una blusa blanca, con el escote desbocado, dejaba al descubierto el inicio de sus pechos. En la parte inferior, un pantalón color crema, muy ajustado hasta las rodillas, pero amplio a partir de ese punto; unas sandalias doradas completaban el conjunto.Salí del trance rápidamente. Había estado varios segundos recorriéndola con la vista, de una manera francamente descortés. Compuse una sonrisa invitadora.—Hola, Daniel —dijo el hada nórdica aquella, con un ligero acento extranjero—. No me conoces: soy Helga, una amiga de Vero. Anteayer se dejó en mi casa las gafas de sol, y he venido a devolvérselas.Mientras tomaba la manita que me había tendido, recordé que, efectivamente, mi mujer me dijo días atrás que había extraviado las gafas.Le franqueé el paso.—Vero no está, pero es igual, pasa —invité.—¡Ah, vaya! No sabía. ¿He venido en mal momento? —preguntó como si temiera que su presencia me m*****ara… aunque ya estaba dentro.—No, de ninguna manera —respondí—. Pero no podrás verla: estará en Barcelona hasta mañana.La seguí por el pasillo. ¡Dioses, vaya cuerpo! Mi vista quedó prendida en sus nalgas: altas y firmes, se balanceaban al andar de un modo capaz de producir una erección a cualquiera.Se sentó en la misma butaca que yo había ocupado hasta hacía unos ...