1. El síndrome del oso panda (3)


    Fecha: 13/05/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Vero_y_Dany, Fuente: xHamster

    5Conversaciones de alcoba (Dany)Cuando terminé de hablar, Vero me estaba mirando, y las lágrimas corrían en torrentes por sus mejillas.—¿Qué vamos a hacer ahora, Dany? —me preguntó con voz entrecortada.No lo sabía.—¿Estás enamorado de ella? —me preguntó con un hilo de voz.Negué con la cabeza.—Yo… solo te quiero a ti —dije con la voz quebrada.Instantes después, la dejé sola en nuestro dormitorio, convertida en un mar de llanto. Cogí una botella de agua fría del frigorífico, y me senté en el sofá.No podía reprocharle su infidelidad. No había hecho ni más ni menos que yo, aunque con la diferencia a su favor de que para ella fue una aventura de una tarde, mientras que la mía duró toda una semana.¿La seguía amando? Por supuesto que sí, y la vida sin ella a mi lado me parecía algo vacío, inconcebible. Pero los prejuicios implantados en mis genes, que venían de muchas generaciones, me empujaban a cortar nuestra vida en común.A la una de la mañana ya me había repetido a mí mismo todos los argumentos que, en abstracto, me habían parecido antes muy modernos y liberales: eso de que estábamos en Europa, no en un país de esos en los que está tolerado el asesinato por honor, etcétera, etcétera. Pero esto era real: Vero se había entregado a otro hombre, mientras yo me follaba a Caitlyn en Nueva York. Y esto no era una abstracción, dicha cuando creía estar seguro de su fidelidad.A la una y media, me estaba preguntando qué diferencia había entre mis actos y los suyos, y concluí que ninguna. ...
    ... Que ella tenía el mismo derecho que yo a sentirse engañada y ultrajada, a haberme dejado solo en la cama, como ahora estaba ella.A las dos, comencé a preguntarme si podría, si ambos podríamos, continuar nuestra vida en común como si no hubiera sucedido nada. Y decidí que yo al menos sí. Que Vero me importaba demasiado como para no tratar de olvidar lo ocurrido aquella noche entre nosotros, o al menos, aceptarlo y vivir con ese conocimiento.E influía mucho en mi decisión el hecho de que, a pesar de todos los pesares, su relato me había excitado.Entré en el dormitorio. Vero, sin duda agotadas ya sus lágrimas, se había quedado dormida, en posición fetal. Sentí una oleada de ternura que me desbordaba, y aparté un mechón de sus cabellos que ocultaba parte de su rostro.Se despertó. Me miró… no sé cómo describir esa mirada: ¿esperanza en la que no quería creer? ¿remordimientos? Pero había también amor, mucho amor.Me tendí en la cama a su lado, y la besé suavemente en los labios. Se aferró desesperadamente a mí, sollozando muy quedo, y correspondió al beso. Me aparté los segundos precisos para despojarme del pijama, y me introduje desnudo entre las sábanas, a su lado. Ella se quitó el camisón, y pegó su cuerpo desnudo al mío. La penetré suavemente, sin violencia alguna, mientras cubría de besos su rostro.Fue sin duda el coito más tierno y tranquilo que habíamos experimentado juntos, lo que no obsta para que en un momento determinado, mientras se dejaba invadir por un orgasmo que me ...
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