El mejor amigo de una mujer casada
Fecha: 10/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... saliva brillante recorriéndole la mejilla izquierda. No se había movido ni un milímetro de donde Rober lo había dejado. Tenía cara de estar durmiendo a gusto, aun teniéndome abierta de piernas con la cabeza de su amigo enterrada en mi sexo depilado. Yo mientras seguía admirando como si fuera de una obra de arte a Rober, que se afanaba en llevarme a un nuevo orgasmo. Sus robustas piernas, la línea perfecta de sus caderas, un abdomen firme coronado por un ombligo diminuto, unos brazos fuertes y hermosos, y una maliciosa sonrisa que me enloquecía. Podía adivinarse su erección abultando la entrepierna de su pantalón. Toda su piel era parda, bronceada, debía hacer deporte con frecuencia al aire libre para mantener esa complexión y ese color. Su cabello oscuro, muy corto para difuminar sus entradas… Entonces, fue pasando su dedo índice por la cara interna de mi brazo, acariciándome sin apenas tocarme. Reconozco que eso me vuelve loca, y él lo tuvo que notar pues el vello de mi brazo se erizó a medida que su dedo quemaba mi piel. No me preguntéis como ni porqué, pero aquel hombre parecía conocer todos los secretos del cuerpo femenino. Sin siquiera haberlo pensado descubrí mi mano encima de su pierna y empecé a hacer lo mismo que él me hacía. Deliberadamente mi dedo subió más de lo debido y pude notar como topaba con algo duro, inmediatamente nuestras miradas se cruzaron y sin cortarse un pelo me mordió la boca. Al principio rehuí su lengua girando la cabeza, pero entonces él ...
... comenzó a lamer mi cuello, justo debajo de la oreja. Poco a poco le fui aceptando. Ya no había vuelta atrás, y me iba relajando cada vez más dejándome llevar. Entonces, sin avisar me soltó un fuerte azotazo en el trasero que sonó por toda la casa, y luego otro más. Pero aquello no me resultó agresivo, ni violento, no, no era un castigo, ni un ataque, sino la simple exigencia de sometimiento. Metió su mano entre mis piernas, sabiendo lo que buscaba. Yo me recliné un poco más para dejarle maniobrar y sus dedos se abrieron paso de nuevo entre mis otros labios, debía estar empapadísima porque casi al instante tenía su dedo corazón moviéndose con plena libertad dentro de mí. Yo hice lo mismo, subí mi mano izquierda a su bragueta y ante mi torpeza de no poder bajarla, él me ayudó. La metí dentro y me encontré un pene de tamaño normal, aunque aún no estaba totalmente duro. Yo no había tenido relaciones anteriores, así que me llamó la atención que estaba operado de fimosis, ya que mi marido no. Me estaba devastando con solo un dedo. Mi sexo respondía otra vez a su provocación con un estallido de lubricación, que hizo que pronto se volvieran a distinguir rumores de un chapoteo indecente entre mis piernas. Con mirada picara y cara de traviesa le miré a los ojos, mientras le sacaba el miembro del pantalón, se lo agarré con suavidad y empecé a masturbarle como pude con mi mano izquierda. De pronto hizo algo que no me esperaba, mirándome sacó sus dedos de dentro de mi sexo y me los puso en los ...