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Mi sobrino me quiere violar
Fecha: 26/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... una palabra. Entonces recordé que me había dicho de encontrarnos de nuevo en la pileta. Por lo visto, estaba convencido de que me iba a coger de nuevo. Pero yo no era el juguete de nadie. A lo sumo él sería mi sextoy. Me quedé ahí, quieta. Lo observé de reojo, con el corazón apretado. No podía ver su cara del todo, pero sí esa actitud suya que tanto me descolocaba: la seguridad con la que se movía, como si el mundo le perteneciera, como si pudiera hacer lo que quisiera y salirse con la suya. —¿Dónde estuviste? —le pregunté. Estaba celosa de verdad, pero no era mi idea dejarme llevar por eso. Más bien dejaba que viera mis celos para luego usar esa debilidad en mi favor. —Dando unas vueltas —respondió Me fui acercando hacia la escalerita de la pileta, y subí lentamente, las piernas empapadas brillando bajo la luz. Cuando salí del agua, me pasé las manos por el pelo para escurrirlo, con esa sensación extraña de estar desnuda aunque tuviera la parte de abajo del bikini puesta. Tenía puesta una tanga negra, atada de los costados, y nada más. La parte de arriba me la había sacado hacía un rato para nadar mejor. Me paré frente a él, mojada y tensa, con los pezones duros por el contraste entre el agua tibia y el aire fresco. El hecho de que estaba en tetas seguramente confirmaban su idea de que estaba entregada. Sus ojos se abrieron como platos, y se mordió el labio inferior, en un gesto instintivo. —¿Con Sabrina estuviste? Se encogió de hombros y ...
... torció la boca en una sonrisa ambigua. —Y siestuve con ella, ¿qué? Me acerqué un paso más. Sentí cómo se me endurecían los músculos de los brazos de pura bronca. —¿Qué te pensás? ¿Que podés cogerte a mí una noche y a mi amiga al día siguiente? —Y… si se dejan, ¿por qué no? —Sos un imbécil —le solté, y me di vuelta para irme. Pero no llegué a dar dos pasos. Me agarró de la muñeca con fuerza, sin lastimarme, pero lo suficientemente firme como para frenarme. Y entonces sentí su cuerpo contra el mío, su torso caliente pegado a mi espalda mojada. Me abrazó por detrás, apoyando su pecho contra mi omóplato, bajando una mano hasta mi vientre. La otra la mantuvo sobre mi muñeca. Y ahí sentí su erección, pegada a mi culo. —Estás muy linda así —me murmuró al oído, con esa voz ronca que se me metía en la piel—. Mojada, enojada, y con ese bikini tan chico. Me estremecí, pero me obligué a mantenerme firme. —Soltame —le dije, con los dientes apretados. Él no lo hizo, claro. Es más, mientras que con un brazo me inmovilizaba, llevó la mano libre a mi entrepierna, corrió el bikini a un lado, y me hundió el dedo en la concha. Yo no pude evitar largar un gemido. Un gemido que odié. —Te juro que si no me soltás, empiezo a gritar. Fue como si no hubiera dicho nada. Sentí cómo el brazo con el que envolvía mi cuerpo subía. Entonces Enzo estrujó mis tetas con su mano, áspera y grande. Mientras tanto, seguía sintiendo su verga frotándose en mis glúteos, y su dedo ...