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Mi sobrino me quiere violar
Fecha: 26/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... lentes. Me miró con algo de sorpresa, como si no entendiera del todo de dónde venía la propuesta. Aun así, cerró el libro con tranquilidad y asintió sin pensarlo mucho. Sabía que Enzo estaba en la cocina, y podía escucharnos. Y, de hecho, quería que nos escuchara. —¿Afuera? —repitió Fabricio con una sonrisa cansada—. Me encanta la idea. Hace rato que no hacemos algo los dos. Seguro Enzo puede quedarse solo en casa. Enzo se acercó, y se apoyó en el marco del vano que dividía la cocina del living. Llevaba una musculosa blanca que le marcaba cada músculo, y un pantalón deportivo flojo, caído en las caderas. Ni siquiera hizo el gesto de mirarme. —No hay drama —dijo, con ese tono que usaba siempre, el mismo que parecía venir acompañado de una risa invisible—. Disfruten. Sentí una punzada en el estómago. No por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Con una ironía perversa. Como si estuviera completamente seguro de que el que disfrutaría sería él. Su actitud pedante ya me estaba rompiendo mucho los ovarios. Fuimos a un restaurante italiano que nos gustaba desde hacía años. Uno de esos lugares con mesas pequeñas, manteles de tela, luces cálidas y una carta sencilla, sin pretensiones. Pedimos vino apenas nos sentamos, como si estuviéramos retomando una costumbre vieja. Yo pedí ñoquis con crema de hongos, y Fabricio eligió un risotto de langostinos. Mientras nos servían el pan y el aceite de oliva, intenté desconectarme, meterme en la escena, en la pareja que alguna ...
... vez fuimos. Charlamos de cosas triviales: el trabajo, unas reformas que queríamos hacer en el baño, la posibilidad de tomarnos unos días en la costa. Fabricio se mostró cariñoso, atento, como si también sintiera que necesitábamos ese momento. Me agarraba la mano de vez en cuando, o me acariciaba el dorso con el pulgar. Me decía cosas lindas, sonreía, buscaba mi mirada. Y yo… yo intentaba responderle con ternura. Me obligaba a mirarlo a los ojos, a devolverle los gestos. Lo besé. Lo abracé por momentos. Lo escuché. Pero, por dentro, otra voz no me dejaba en paz. Esa voz que me traía de nuevo la imagen de Enzo mirándome mientras me corría la bikini, los mensajes que me había mandado esa tarde, su risa en la cocina, su forma brutal de cogerme, de hacerme sentir viva y sucia al mismo tiempo. Quería que el vino me emborrachara lo suficiente como para olvidarlo, pero no lo lograba. Quería que Fabricio me tocara y se me erizara la piel, como antes, pero ya no era lo mismo. No porque no lo disfrutara. Si algo caracterizaba a Fabricio era que sabía hacerme temblar de placer. Su personalidad poco viril podía ser engañosa. El tema ni era él. Era yo. O bueno, en parte sí era él. Porque desde que me metió los cuernos activó en mí algo que luego el propio Enzo terminó de despertar. Ya no quería caricias dulces ni miradas de perro enamorado. Quería brutalidad y dominio. Quería que me rompieran. Después de cenar caminamos unas cuadras, disfrutando del aire fresco. Me colgué de su ...