1. Mi sobrino me quiere violar


    Fecha: 26/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos

    Relato 7
    
    Mi sobrino me quiere violar
    
    Cuando me desperté, lo primero en que pensé es que la había cagado. Pero no lo pensaba tanto por culpa. Más bien porque sabía que cogerme al pendejo que vivía conmigo y con mi novio iba a ser para quilombo. Todo estaba mal: meterle los cuernos al pobre de Fabricio en el mismo departamento donde vivíamos, hacerlo con su sobrino, cogerme a un pibito de apenas dieciocho años…
    
    Pero, como dice mi papá, soy una adulta y tomé mis decisiones.
    
    Fabricio todavía dormía, boca abajo, con el rostro apretado contra la almohada y esa paz que, por momentos, me sacaba de quicio.
    
    Yo me levanté en silencio, me até el pelo en una colita desprolija y me puse el conjunto de entrenamiento. Una calza negra de lycra bien ceñida, de esas que se te pegan como pintura al cuerpo, y una musculosa blanca suelta, que dejaba ver el borde del corpiño deportivo color salmón. Me miré al espejo antes de salir: tenía la cara un poco hinchada de dormir, los ojos apenas marcados, pero igual me veía bien.
    
    El gimnasio quedaba a unas diez cuadras, así que fui en auto. Ya en la entrada, el olor a transpiración y a perfume barato me golpeó como siempre. Saludé al recepcionista con una sonrisa rápida y subí al primer piso, donde estaban las cintas. Me subí a una de ellas, ajusté la velocidad y empecé a correr.
    
    Los primeros minutos fueron automáticos, casi como un castigo que me autoimponía. Pero a medida que mi cuerpo entraba en calor, la mente empezó a irse a ...
    ... otros lugares.
    
    Me vino la imagen de la noche anterior. Él, fumando en la galería, esperándome, completamente seguro de que le iba a entregar lo que había ido a buscar. Y después... después todo lo demás. Su boca, su fuerza. Esa manera tan brusca, pero a la vez tan hábil, de tocarme. Me acordé de cómo me apretaba los glúteos, cómo me susurraba barbaridades mientras me tenía contra el borde de la pileta, y el calor me subió de golpe a la cara, como una fiebre repentina.
    
    Aumenté la velocidad. Como si corriendo más fuerte pudiera sacarme de encima esa mezcla de culpa y deseo.
    
    Los hombres que estaban en el lugar —casi todos más jóvenes que yo— empezaron a mirarme. No era la primera vez que me pasaba, claro, pero hoy lo notaba con más nitidez. Sentía cómo se posaban sus ojos en mis piernas, en mis tetas, en la forma en que la calza se metía entre los glúteos cada vez que me movía. Uno incluso se me quedó mirando mientras me secaba la frente. Yo no le hice caso. No tenía ganas de que intentaran levantarme. Ya bastante tenía con Enzo.
    
    Seguí trotando. Pero ya no era sólo el calor del ejercicio lo que me hacía transpirar. Era otra cosa. Un cosquilleo que me subía por la entrepierna, que me recorría el abdomen, que se me alojaba justo entre las piernas como un incendio silencioso.
    
    Me bajé de la cinta y fui a una colchoneta. Me puse de costado, con una banda elástica en los muslos, haciendo repeticiones para glúteos. El movimiento era lento, rítmico. Me miré de reojo en el ...
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