Mónica
Fecha: 25/04/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: murgis, Fuente: CuentoRelatos
... sexy tremendamente atractivo y además de tu culo, todo tu cuerpo está estupendo, bonitas piernas, cintura estrechita, pechos pequeños pero que prometían buenos pezones bajo la ropa… una delicia sin duda. "Bueno, me siento un momento para acompañarte en lo que terminas de cenar, aunque tengo un dolor de espalda terrible. He estado antes de cenar en el gimnasio del hotel y no sé qué me ha pasado pero me he hecho una contractura y casi no puedo moverme", dijo sentándose con una postura forzada para no mover la espalda. "Bueno, pues como has ido al gimnasio ahora te puedes pasar un poquito. ¿Quieres un postre o un licorcillo o algo? Seguro que un chupito de algo te va bien para relajarte…". "Buf, no te creas, me he tomado dos copas de Albariño cenando y no sé si me sentará mal…". "¡¡Camarero!!, trae por favor un baylies con hielo y un surtido variado de postres para compartir", pedí sin dar opción de respuesta, sabiendo que los sábados solía tomar eso. Charlamos durante una hora al menos, mientras yo terminaba el vino y tú repetías una segunda copa. Recordamos historias del instituto, que nos hicieron reír a carcajadas. Tus ojos y tu preciosa sonrisa me habían despertado y animado la tarde-noche. No podía evitar pensar, mientras hablábamos, en lo preciosa que debías estar desnuda, en el gesto que tendrías si te comía el coñito, en tu boca abrazando mi polla en lugar de hablar, en mis manos sujetando con fuerza tus nalgas para follarte bien profundo… incluso cómo deberías gemir ...
... con mi polla clavada entre esas deliciosas nalgas… a cada minuto estaba más cachondo y se me estaba ocurriendo una estrategia para intentar atacarte. "Bueno, será mejor que vayamos ya a dormir, es tarde ya, aunque no sé cómo me voy a arreglar con este dolor de espalda", dijiste. "Venga, vamos, sí, será mejor", dije levantándome y ofreciendo mi mano para ayudarla a la vez que pedía al camarero cargar todo a la 325. Te hice un gesto para que pasases delante mientras yo firmaba la nota y me pude fijar ahora claramente en su ropa. Llevaba una malla tipo deportiva, azul clarita con una raya amarilla a lo largo de las piernas y arriba una camiseta amarilla a juego, bastante holgada… una ropa posiblemente no muy adecuada para negocios, pero fácil de ponerse con un dolor de espalda que no te deja doblarte demasiado. "Vaya, yo tengo la habitación 324, o sea que vamos al ascensor". "Mónica, tengo en la maleta una crema relajante muscular que creo que te vendrá muy bien para la espalda. La compré en Londres hace unos meses por un problema que tuve yo también en un muslo. ¿Te hago un pequeño masaje si quieres para poder dormir bien?". "Eeehhh, no sé, ya se pasará, digo yo, ¿no?", dijo como un poco sorprendida por mi oferta. "No seas tonta que mañana no te vas a poder mover de la cama. Te hago un masaje, te tomas un relajante muscular que llevo también en la maleta y mañana estas como nueva. He hecho dos cursos de masajes relajantes y te garantizo que te irá estupendo, soy semi profesional ...