1. Caso sin sitular LX: resaca del año nuevo chino


    Fecha: 29/08/2025, Categorías: No Consentido Autor: AcechadorLD, Fuente: TodoRelatos

    ... follarme tu boca desde que te conocí, pequeña -habló Isidoro.
    
    - Me pasa a mí y sólo la conozco de hace una hora -se sumó el taxista jubilado.
    
    - Tendrás el resto de tu pago después -le avisó el mayor de los ejecutivos.
    
    Completamente anonadada y desbordada por la situación, Alina se dio cuenta que, junto a ella, había emergido una durísima y gruesa barra de palpitante carne... la polla de Isidoro, un hombre que, a sus cincuenta y siete años, parecía una persona completamente distinta a quien ella creía conocer de la oficina.
    
    Deseó que todo fuera consecuencia del alcohol ingerido y nada de eso fuese real, sino un sueño muy vívido, pero, en cuanto su nariz percibió el primitivo olor salvaje de la enfurecida verga y una mano firme de piel seca le hizo alzar uno de los muslos para meter la cabeza entre sus piernas, supo que todo eso era verdad.
    
    Por un instante su mirada se desvió hasta encontrarse con la salvaje llamarada de las pupilas del taxista jubilado que le miraban desde el reflejo en el reposicionado espejo retrovisor interior del taxi que se había convertido en su prisión.
    
    Cuando quiso darse cuenta, José Manuel le rozaba con la punta de los dedos el borde de su vulva, a la vez que, con la otra mano, le sujetaba el muslo que había elevado para hacer que apoyase la pierna por encima de su hombro.
    
    Sin darle tiempo a comprender lo que sucedía o qué podía hacer, el mayor de los ejecutivos le sujetó con firmeza la cabeza, acercándosela inmisericorde a su ...
    ... erecta masculinidad, que sujetaba con su otra mano, hasta que sintió sobre los labios la globosa punta de un mojado glande, sobre cuya brillante superficie saboreó unos fluidos preseminales especialmente fuertes.
    
    A la vez que tenía el primer contacto con la enfurecida barra de palpitante carne de uno de sus jefes, el otro paseaba su lengua por la línea central de su rajita, haciendo que sintiese un involuntario escalofrío húmedo.
    
    No sabía si por la sorpresa, si por el alcohol, si por el atontamiento de la somnolencia o qué, pero el hecho es que, en contra de lo que jamás habría imaginado, aunque nunca se le habría pasado por la cabeza esa situación, y ni mucho menos con esos dos hombres, de pronto, apenas sin resistencia por su parte, la embrutecida masculinidad que se apoyó contra sus labios forzó el acceso a su cavidad oral y entró en su boca en tromba.
    
    Estaba rodeada en todos los sentidos.
    
    Un jubilado vigilaba todos y cada uno de los gestos que hacía y cómo la poseían esos dos hombres maduros en la parte de atrás del taxi de su hijo que él, por un giro del destino, esa noche conducía y había accedido a transportarlos muy lejos del destino a donde ella hubiera querido ir, en medio de una noche silenciosa.
    
    Uno de los directores del proyecto en que trabajaba, un hombre casado que aparentaba una profesionalidad profunda y del que apenas podía criticar nada, salvo su tendencia a unos abrazos demasiado efusivos durante las reuniones fuera de oficina, como en la cena ...
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