1. El cuarto oscuro


    Fecha: 18/01/2018, Categorías: Jóvenes Autor: teomiranda, Fuente: RelatosEróticos

    ... punta entre sus dedos. Casi se cayó del susto cuando su tío retiró la mano, era enorme!, la cogió luego con los cinco dedos desde delante, por la punta, y continuó con el mismo movimiento de vaivén, pero desde esa postura. En ningún momento dejó de gemir, sino todo lo contrario hasta que cada vez sus movimientos, siendo más rápidos, le hicieron arquearse hacia adelante como si de repente quisiera que aquello creciera más, y en el segundo arqueo de cintura su mano se llenó de un liquido viscoso y blanquecino que comenzó a gotear de entre sus dedos; en ese momento sus gemidos fueron más profundos pero menos audibles, como si sonaran dentro de él. Lola notó una vez más, pero de forma más intensa que nunca, esa ola bochornosa de la que no conseguiría ni ya querría librarse nunca. Corrió de puntillas en dirección a su cuarto y se encerró, se sentía confusa y extrañamente satisfecha a la vez. No habían pasado un par de minutos cuando dejó de oír el sonido del agua de la ducha del tío y le imaginó saliendo del cuarto de baño así, desnudo, con aquella enorme cola por delante. En sus pensamientos estaba cuando escuchó que alguien subía por la escalera con pasos sordos. Esta iba a ser una tarde muy interesante pero ella aun no lo sabía. Se asomó desde la puerta de su habitación y vio que, con sigilo felino y descalza, entraba Olga en el cuarto del tío Ricardo, si bien le pareció extrañó no le dio mayor importancia. Su mente de catorce años tampoco daba para más. Por enésima vez quiso ...
    ... aprovechar para echar un vistazo, aunque fuera a través de la cerradura, en el cuarto oscuro. Con lo que se encontró no lo podía creer!, por casualidad se encontraba abierto, que extraño!, era la primera vez, que suerte!, pensó. Con enorme temor se coló en el cuarto y lo que allí vio puso a prueba su corazón y su sangre fría. Sabía del secretismo y la privacidad del cuarto. Sabía de la tremenda trifulca que se ocasionaría si la encontraban allí. Era consciente de la frontera que estaba transgrediendo. Pero ahora ya estaba dentro, ahora tenía ante sus ojos y a su alrededor, en unos metros de habitación oscura, la imagen de tantos y tantos comentarios, conjeturas, burlas y “dimes y diretes” que ella había escuchado en las eternas tertulias familiares de jardín. Varios aparatos que ella no sabía nombrar, junto con unas bateas y bandejas, se asomaban entre las sombras sobre una mesa, al lado de una ventana tapada por una cortina. De pared a pared, como si se tratara de un tendedero de ropa, pendían de una fina cuerda varios trozos de película y algunas fotos enganchadas por pequeñas pinzas de madera que las sujetaban por una esquina. En las paredes estaba toda la estancia literalmente forrada de fotografías, bastantes de ellas de los tiempos del abuelo, de mujeres desnudas todas, alguna con las piernas abiertas y enseñandosuspartes bien abiertas también, e incluso dos o tres de ellas con uno o varios dedos dentro. Esta visión le provocó nuevamente esa ola de bochorno de la cual no ...
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