1. El cuarto oscuro


    Fecha: 18/01/2018, Categorías: Jóvenes Autor: teomiranda, Fuente: RelatosEróticos

    ... estas costumbres las heredó el tío Ricardo, que cuando comenzó su adolescencia se convirtió en la sombra del abuelo que le imbuyó del mundo de la fotografía. En aquella tarde de verano en que todos dormían siesta la casa estaba en completo silencio, roto únicamente por el repetitivo coro de chicharras y cigarras; Olga la hija mayor de Luís, tío Luís, el mayor de los hermanos de su madre, necesitó utilizar apremiantemente el baño y, como suponía que todos dormían, sin recato bajó al baño de la planta inferior con sólo unas braguitas como prenda de vestido. Ya tenía dieciséis años y sus pechos eran firmes, redondos de areola grande y oscura coronada por unos pezones tersos, duros y erectos; a través de la diminuta prenda, podía verse un nutrido bosquecillo amarillo del cual, rebelde escapaba por el borde blanco algún que otro vello rizado y brillante. Aunque descalza, Lola pudo oír sus pasos y se asomó desde la puerta de su cuarto y, mientras la seguía con la mirada, pensó si algún día ella llegaría a tener un cuerpo como aquél, que en su infantil percepción le gustaba. Bajó la escalera detrás de Olga y vio a ésta entrar en el baño. Sin pudor alguno y dejando la puerta entreabierta, metió dos dedos de cada mano en cada uno de los laterales de la cintura de aquella mínima braguita y, distraídamente fue bajándola lentamente hasta las rodillas. En lugar de sentarse inmediatamente, presumiéndose, se atusó con ternura aquella pelambre rizada y amarilla de su bajo vientre, luego se ...
    ... sentó y, con una angelical carita acabó con lo que allí la había llevado. Con más prisa que antes subió a su cuarto cerrando tras de sí la puerta. Lola aprovechó la circunstancia para no volver a su cuarto y “chafardear” un poco por aquella enorme casa. En ese momento de silencio en la casa en el que solamente se podía oír el canto de chicharras en el jardín, le pareció escuchar un gemido apagado proveniente de la escalera del desván y, aunque en ella no había nadie, quiso echar un vistazo a través de la cerradura de la puerta que había debajo, pero algo se lo impedía, la llave o algo así. Estaba convencida que lo que oía eran gemidos, y como aquello le pareció extraño, se dispuso a esperar en la parte más alta de la escalera que, con una suave penumbra, la protegería de ser vista. Fue aproximadamente una hora después que despertó al sentir un zarandeo en el hombro, era el tío Ricardo tratando de despertarla y preguntándole lo que hacía allí, la explicación fue de lo más infantil pero el tío pareció creerla. Durante la noche no pudo casi “pegar ojo” intentando imaginar lo que en el cuarto ocurría y enfadándose consigo por haber perdido tan maravillosa oportunidad, que además probablemente, no se volvería a repetir, al menos en los cuatro días que quedaban de vacaciones. Así fue que transcurrieron cuatro veranos desde este hecho, no sin que se repitieran situaciones similares, en ocasiones más enigmáticas para una mente tan sencilla como era la de Lola. Concretamente en julio, ...
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