1. Angel de la guarda (I)


    Fecha: 01/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... apartamento, pero por alguna razón que no comprendía, ella no contestaba, aunque sus ojos me miraban fijamente. Tomé en mis brazos al chico que reposaba en su regazo y fue ahí cuando comprendí el motivo de la mudez de Silvia, simplemente estaba entumecida por la posición y la baja temperatura. Lo más rápido que pude fui a depositar al chico en la cama abrigándolo con las frazadas; para luego tomar otra y socorrer a la pobre Silvia; ella continuaba sentada en las duras gradas sin poder mover miembro alguno. La cubrí con la frazada y traté de que entrara en calor para que pudiera incorporarse y venir al apartamento, seguramente estuvieron esperándome durante horas y quién sabe qué habría pasado si hubiera decidido quedarme a dormir donde mis amigos, los que por supuesto al finalizar el trabajo, comenzaron a tomar unas copas y siempre terminan en algún lado fuera de casa hasta el amanecer. Luego de unos minutos, el cuerpo de Silvia comenzó a reaccionar y el color parecía volver a su tono natural, por lo que me animé a levantarla y, no sin dificultad; logró ponerse de pie. Con palabras entrecortadas me dijo que tenía adormecidas sus piernas y que le dolían al tratar de caminar, no me quedó alternativa y procedí a frotar sus extremidades inferiores para estimular la circulación e ineludiblemente hice contacto con sus acarameladas medias, a las que en un principio no les di mayor importancia. Comencé frotando sus pantorrillas con firmeza y rapidez, luego ascendí hasta la rodilla ...
    ... turnándome entre ambas extremidades, luego Silvia me pidió que le frotara los muslos y fue allí cuando comenzó una sensación diferente; frotaba y el contacto con sus, duros de por sí y endurecidos por el frío; muslos me obligaba a reaccionar con una natural pero fuera de lugar erección de mi virilidad. Por la masa muscular, los muslos debían ser frotados y estrujados; por supuesto que para incentivar la circulación de la sangre, pero creo que a ratos lo hacía para deleitarme con las bondades físicas que se le habían otorgado por la madre naturaleza. Aquí surge nuevamente la bajeza de nuestros instintos, la pobre mujer se moría del frío y su protector combinaba la gentileza con la lujuria, nada más vil para caracterizar la conducta humana. Luego de mucho batallar, logré que Silvia pudiera desplazarse, pasé mi brazo por sobre sus hombros, le ayudé a entrar al apartamento y lo primero que ella hizo, fue ir a ver cómo estaba su hijo y se tranquilizó al ver que el chico dormía plácidamente, además que su temperatura corporal era normal. Se sentó en la orilla de la cama tratando de no despertar al chico e hizo el intento de pedirme disculpas por haber abusado de la confianza que yo le había dado, pero no dejé que terminara la frase y le dije que estuviera tranquila y que no se preocupase de nada, que iría a la cocina a preparar algo para ellos y que cuando estuviera listo le avisaría para que despertase al chico, pues no podía dormirse sin haber recibido los alimentos necesarios, se ...
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