Mi ex cuñadita y yo
Fecha: 12/09/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
había que andarle atrás para que se ponga las medias o las zapatillas, y que no le ponía ni media onda al estudio. Yo me quedé a dormir muchas veces en la casa de mis suegros. Solo que, estaba prohibido tener relaciones. Particularmente, porque Estefanía y Pilar, a la que le decían Pipi, compartían el dormitorio. Así todo, esperábamos a que la petiza se duerma, y entonces la lujuria de mis manos empezaba a navegar bajo la ropita de mi novia, y allí, en la oscuridad del silencio nos dábamos masa. Claro que eso fue más que nada al principio. Yo sospeché algo, porque la Pipi, siempre que Estefi se estaba duchando, o iba de compras, o por lo que sea que nos quedábamos un momento asolas, me miraba distinto. A veces me tiraba migas de pan, pasaba por detrás de mí y me soplaba la nuca, me sacaba el celu o el control de la tele si me veía distraído, me salpicaba agua con sus manos recién lavadas, o me pisaba con sus pies descalzos diciendo que fue sin querer. Pero yo la veía como a una nena, y además era mi cuñada. Por esto, no voy a negar que un par de noches soñé que me la re contra culeaba arriba de la mesa de su casa, y delante de su madre, quien lamentablemente es ciega. Tampoco que, una tarde esperé a que saliera de ducharse para entrar al baño, palpitando por ver si encontraba alguna ropita de ella. Esa vez me re pajeé oliendo el corpiñito y la bombachita que terminaba de usar, la que yacía en el lavatorio. Es más, me la llevé a mi casa para seguir con mi plan nocturno de ...
dedicarle una y otra paja. Hasta aquí todo lo sentía como a una travesura adolescente y punto. Pero unos días antes de mi ruptura con Estefi, la piba me envió un sms al celu que me dejó perplejo. Allí decía: ¡santi, yo no sé si es cierto que mi hermana te caga, pero dejala a la mierda… no te valora, te trata mal y, ni siquiera se viste linda para vos… si querés encamarte conmigo, todo bien cuñadito! Jejeje! Naaaa, era chiste! De inmediato el aroma de su intimidad en la prenda que aún guardaba recobró fuerzas en mis sentidos. Recordé que, un par de veces en las que me quedé, la Pipi me tiraba sus medias, su remera o su corpiño a la cama de una plaza en la que dormíamos con Estefi. Aprovechaba cuando ella iba al baño, o salía a tomar algo, o justo la llamaba alguien al celu. Para mí lo hacía como una gracia, porque siempre se reía burlesca, sabiendo que no me gusta el olor de la ropa sucia. Así todo, nunca me atreví a mirarla desnuda. Me escondía bajo las sábanas o miraba para el otro lado si es que decidía cambiarse y yo estaba acostado. Ni le respondí aquel mensaje. Cuando nos vimos me lo echó en cara y se hacía la ofendida. Al tiempo me envió otro que decía: ¡sorry Santi, yo solo quería prevenirte… mi hermana está loca, y vos ni siquiera me das las gracias… así que fuiste nene, suerte! Ese me dejó aún más atónito. La llamé para saber qué carajo le pasaba. Me atendía, pero jugaba a la mudita. Solo respiraba y chasqueaba la lengua, además de reírse cuando yo le hablaba. Entonces, ...