Caliente relato de sexo anal narrado por una amiga
Fecha: 04/12/2017,
Categorías:
Anal
Autor: FattaAdela, Fuente: CuentoRelatos
Yo tenía en aquél entonces dieciocho y tempestuosos años porque fue a esa edad en donde se iniciaron mis experiencias sexuales más importantes y que me han dejado marcada por toda la vida. Yo era en ese entonces una muchachita muy bien formada, demasiado desarrollada corporalmente para mi edad. Mis pechos eran ya grandes y voluptuosos de un tamaño mayor a las de mis amigas; me encantaba lucirlos ante ellas porque estaban coronados por pezones hinchados que parecían globitos, que se ponían duros e inhiestos a la menor caricia. Me fascinaba embadurnarlos con crema por las noches y acariciarlos por largo rato, adormeciéndome con las fantásticas sensaciones que me provocaba hacerlo. Fueron infinitas las veces que terminaba masturbándome. Mis piernas y mi trasero también eran bonitos y bien formados, y esa era la razón por la cual casi nunca usaba pantalones. Me encantaba usar calcetas y una minifalda plisada de ancho vuelo lo más corta posible, hasta que casi se evidenciara el inicio de mis nalgas cuando caminaba. Mis padres me reprendían continuamente por eso y no me lo permitían, pero cuando salía a la calle, de inmediato subía la altura de la falda atorándomela de la cintura. Pero dentro de todas las vicisitudes de índole sexual que me ocurrieron en aquella época, hubo una en particular que merece la pena describirte con todo detalle Estoy de vacaciones, una semana. Me fui con un grupo de amigas destrampadas del colegio con el propósito de divertirnos a lo grande, y lo ...
... logramos. Pero se ha alargado ya demasiado tiempo y mis padres me exigen que regrese cuanto antes a mi casa. Yo me les escondo y evito que me localicen y hagan contacto conmigo, pero una de mis amigas contestó el teléfono y tuvo la mala fortuna de llamarme a gritos para contestar la llamada. No tuve más remedio que tomar el teléfono y contestar la llamada. Mis padres se pusieron como energúmenos cuando les dije que me quería quedar unos días más; por supuesto no me lo permitieron y me ordenaron que tomara ese mismo día el autobús de regreso a casa, a la hora que fuera y que ellos me esperarían en la terminal. No tuve más remedio que hacerlo, pues me amenazaron de tener serias consecuencias en caso de que no obedeciera. Ninguna de mis amigas quiso regresarse conmigo. Llego a la terminal y compro un boleto para el autobús que sale a las 19:00 horas y aviso telefónicamente a mis padres que llegaré aproximadamente cinco horas después. Cuando subo al autobús me doy cuenta que éste va casi vacío, con muy poca gente. Me acomodo entonces en la ventanilla de unos de los asientos posteriores para dormitar un poco sin que me molesten las personas que viajan a bordo. A última hora, muy cerca de la hora de la salida, se sube un muchacho guapísimo de unos 25 o 30 años, moreno claro, alto y musculoso, cubierto con un saco deportivo y vistiendo pantalones vaqueros. Me mira y me pregunta si el asiento de mi lado se encuentra ocupado. Con una mueca de fastidio le contesto que no, pero trato de ...