Cristina, Invadida por el deseo Cap I
Fecha: 08/05/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Dantes, Fuente: computo.ru
... salida debía ser especial. Me puse una falda a medio muslo, tan ceñida que destacaba insolentemente mis nalgas; una delgada blusa dejaba mi cintura al aire libre, marcando gloriosamente mis pechos y mis pezones; unas sandalias de taco alto completaban mi increíble atuendo.
Salí de casa dispuesta a llamar la atención de cualquier hombre que se me cruzara por delante. Recorrí innumerables calles y escuché muchos comentarios asquerosos. Cuando cruzaba el Parque Central, vi de lejos a un viejo indigente sentado en un banco; supe que me iba a decir algo fuerte, e incluso sentí cierta emoción mientras me acercaba con mi contoneo mejor ensayado. Pasé junto a él... y no se me borra de la memoria lo que me dijo, con una voz carrasposa y hasta podría decir malévola: “Quiero lamer tu coño, puta”. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, y me sentí empapada en un instante; fue como un orgasmo instantáneo. Me detuve un segundo, y luego seguí caminando como pude, asustada, emocionada, sobrecogida. Nunca me habían llamado así; de pronto todo era tan claro: me gustaba sentirme sucia, provocativa, rastrera…. ¡toda una puta! Sólo quería volver a casa, para masturbarme largamente. Me di cuenta de que estaba lejos, había caminado mucho, y tomé un taxi para llegar cuanto antes.
Apenas estuve en casa hice los preparativos para darme un voluptuoso baño de tina. Pensaba quedarme ahí por un par de horas, tocándome, excitándome, autosatisfaciéndome. “Quiero lamer tu coño, puta”; esas palabras ...
... sonaban una y otra vez en mi cabeza, produciéndome incontrolables estremecimientos.
La tina estaba casi llena cuando oí el timbre de la puerta de calle. “Mierda, ¿quién puede ser?”, pensé fastidiada. Mientras dudaba entre atender o no, el timbre sonó por segunda vez. Cerré la llave de la tina y fui a ver quién tocaba; seguramente era un típico vendedor inoportuno; lo despacharía en dos segundos con una rotunda negativa, y después me dedicaría a disfrutar mi sesión privada de erotismo. Incluso pensé desconectar el timbre, para que nadie me molestara en el resto de la mañana.
Abrí la puerta, y ahí estaba don Tito. Apenas me vio aparecer, sus ojos se clavaron en mi escote, y eso me excitó, no lo puedo negar. Primero me pidió disculpas por la molestia, y luego, recorriéndome el cuerpo con la mirada, me pidió un poco de azúcar. No me extrañó, nuestros vecinos siempre nos estaban pidiendo algo, pero hasta entonces sólo lo había hecho doña Raquel, así que le pregunté por ella. Me contestó en tono de broma que ella estaba enferma, y que por eso era él quien tenía el agrado de encontrarse conmigo. Observé disimuladamente cómo me devoraba con los ojos… y confieso que me gustó. Le dije que pasara y que me acompañara mientras llenaba el tazón que traía para llevarse el azúcar. Caminé hacia la cocina sabiendo que él me seguía deslumbrado por el sensual bamboleo que yo le imprimía a mi trasero. En el trayecto me di cuenta además de que el agua de la tina me había salpicado la blusa, ...