Cristina, Invadida por el deseo Cap I
Fecha: 08/05/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Dantes, Fuente: computo.ru
... viendo cómo me dejaba golpear para que siguiera penetrándome, manteniendo su falo dentro de mí. Sentirme su puta, oírlo insultarme e insultar a mi marido, me inundaba de una histeria mórbida y gloriosa. Mi único control se reducía a dejar que abusara de mi cuerpo, con tal de que siguiera usándome como quisiera.
De repente me lo sacó y se apartó de mí. Sentí un gran vacío entre las piernas, me volví para saber qué hacía, y me asusté al verlo subiéndose los pantalones.
―Siga, don Tito, por favor… siga abusando de mí… ―supliqué jadeante.
Me asestó una mirada malévola, mientras me apuntaba con su monstruoso miembro reluciente de nuestros fluidos y lo hacía girar, para hacerme sentir que ahora yo estaba completamente sometida a las órdenes de ese falo.
―Voy a seguir culiándote en tu cama, puta, ahí donde duermes con tu tonto maridito ―dijo, como si fuera el dueño de un harén dirigiéndose a una de sus esclavas.
―Por favor, don Tito, no nos humille así… Haga lo que quiera conmigo, ¡pero no humille a Pablo! ―rogué, haciendo ademán de arrodillarme ante él, así como estaba.
—¡No te arrodilles, puta! —me gritó―. ¡Ya lo harás, cuando yo te lo mande!—. Me alzó hasta él, me cogió el rostro, y con dos dedos me torcíó la boca.
—Sólo por el placer de humillarlo me voy a culiar a su esposa en su propia cama —me dijo con voz sibilante—. Y la voy a hacer feliz mientras la penetro, porque está hambrienta de mi pico. Así que la muy perra me seguirá ansiosa a su dormitorio. Y no te ...
... demores, yegua, o la leche que tengo guardada para ti la voy a regar en tu almohada.
En tres segundos su desgarbado cuerpo desapareció por el pasillo.
No podía creer que aquel viejo me hubiera dejado botada en la cocina, seguro de que yo no podría aguantar el deseo de seguirlo. Quería humillar a Pablo follandome en nuestra cama matrimonial. Mi blusa estaba pegada a mi cuerpo, empapada con mi propio sudor. Recogí mi minifalda y pensé ponérmela, ir a buscar al maldito viejo y sacarlo de mi casa. Pero me dije que podría molestarse y hacerme algo peor; pese a su edad, era mucho más fuerte que yo. Pese a todo, la situación no dejaba de calentarme. Parecía una drogadicta privada de droga, dispuesta a hacer cualquier cosa para obtenerla. Al fin reconocí que necesitaba esa gran verga, y decidí ir por ella sin que importaran las consecuencias.
Cuando entré en el dormitorio me sentí como una niña que asiste por primera vez a clases. Estaba nerviosa y asustada, pero aun así adopté una actitud sensual y provocativa. Él viejo se hallaba desnudo sobre la cama; sólo conservaba puestos, como un detalle revelador de su irremediable vulgaridad, unos horribles calcetines que al parecer no pensaba sacarse.
―Aaaaahhhh… —exclamó al verme aparecer—. Parece que la señora no era tan decente como pretendía. Le importa un carajo ponerle los cuernos a su lindo esposo mientras ella se pueda comer un buen pedazo de pico bien parado, revolcándose en su propia cama—. Hablaba en tono burlesco y malévolo, ...