1. Tensión sexual en la oficina


    Fecha: 05/08/2019, Categorías: Infidelidad Sexo con Maduras Autor: Manteufel, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando me presentaron a la que debía ser mi nueva compañera de trabajo no estaba del mejor de los humores posibles. Había compartido el día a día con un buen amigo, llevando a cabo tareas legales para una empresa del textil catalán. Habíamos trabajado juntos casi diez años, y nuestra eficacia como equipo de trabajo era bien conocida por todos. Yo me encargaba de buscarle las vueltas al sistema legal, mientras mi compi se encargaba de la jurisprudencia y tenerlo todo ordenadito. Pero el enchufismo es una práctica sagrada en nuestro país, así que cuando la sobrina de uno de los dueños terminó su carrera de Derecho, la colocaron en mi departamento. Claro que no estaban dispuestos a pagar un sueldo más, así que fue mi compañero el que se fue a la calle. Por un lado era mi amigo, y por otro trabajar con él me era muy cómodo. Ahora a hacer de niñera de una niña pija, que seguro que no tenía ni idea de lo que se traía entre manos. Supongo que la culpa de nuestras malas relaciones ha sido, principalmente, mía. Cuando Sarah se incorporó a su puesto yo estaba dispuesto a que durase dos telediarios. Ya me habían dicho que era guapilla, pero no estaba preparado para compartir el reducido espacio de trabajo con una mujer como ella. De 25 años, era una de esas pelirrojas algo regordetas pero en absoluto obesas, que gastaba unas curvas de infarto. Lo que se dice una mujer de bandera, de piel clara y ligeramente pecosa, con una melena rizada y natural. De rostro ancho y sonrisa amplia, esa ...
    ... actitud duró bien poco. Mientras nos presentaban notaba como se me ponía dura la polla, pero el cabreo por lo que le habían hecho a mi amigo era más fuerte que mi lujuria. Se iba a enterar la cría esa. Yo quería dejarla en evidencia. No la ayudaba apenas en su trabajo, en el que como es natural se encontraba desorientada al principio. Tuvo que aguantar más de una bronca mía, y trabajar sábados e incluso algún domingo para mantener el ritmo que le marcaba. Si podía encargarle buscar una docena de referencias, lo hacía aunque diez me bastasen. Todo era para ayer... esas cosas. En la hora del café me hacían bromas de lo buena que estaba mi compi, y que no debía echar en falta a Juanjo, mi anterior compañero. Eso me calentaba más. Sabía que estaba teniendo problemas en casa, ya que su esposa no entendía que le hubiesen echado. Y sí, yo miraba como se estiraba la tela de su falda ciñéndole el trasero cuando se estiraba en busca de un pesado tomo de leyes de las estanterías superiores, apreciaba lo que enseñaba de piernas y no podía por menos que pensar en sus poderosos melones mientras me lavaba mis partes en la ducha. No me importa confesar que, pese a ser un hombre casado, me hice más de una paja pensando en ella. Pero lo que le habían hecho a Juanjo no tenían nombre. Dos cosas he de decir a favor de Sarah. No era tonta, y nunca le fue con el cuento a su tío para que la apretara menos. Aunque estábamos siempre como el perro y el gato (nos llamaban Tom y Jerry en la oficina), no ...
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