La ahijada de mi tía me regaló una tarde erótica
Fecha: 16/06/2019,
Categorías:
Anal
Sexo con Maduras
Autor: Caballeroazul, Fuente: CuentoRelatos
... después de desayunar y en vez de bajar a recibirla pedí que la hiciesen pasar a mi dormitorio. Cuando Tatiana entró a mi recámara quedé perplejo, pues, llevaba un vestido de tiritas que delataba ese par de hermosas tetotas, erguidas y puntiagudas a las que me moría por mamar. El vestidito de marras terminaba en una falda corta, que quedaba arriba de la rodilla permitiéndome ganarme con sus preciosas piernas. La muchachita estaba ¡uuuffff!, para comérsela enterita. Yo no quería perderme ese delicioso bocadito así que actué con toda tranquilidad y la invité a sentarse en el silloncito desde donde ahora les escribo y la muy malcriada (no sé si por calentarme o por descuido), cruzó las piernas de tal forma que me regaló una excitante visión de sus muslos y de sus carnosas pantorrillas. Entonces pensé para mis adentros ¡Qué muchachita más rica!; sin embargo, controlando mis impulsos empecé a dictarle mientras urdía un plan de emergencia que me permitiese cepillármela allí mismo. Pasados varios minutos me detuve y le dije que me ayudase a preparar una presentación de PowerPoint para la conferencia que daría en la UDCH el viernes por la noche. Ella muy solícita giró el sillón, prendió mi PC y esperó a que le dictara; sin embargo, jalando un pequeño banquito me senté a sus pies y le dije que ya tenía avanzada la presentación; pero, que tenía problemas con ciertos efectos; así que empezó a explicarme como terminarla. Por supuesto que yo no prestaba atención alguno a sus indicaciones ...
... y por el contrario estaba muy atento a mirarle las piernas. Pensaba mucho en cómo sería cogérmela y eso me puso muy nervioso, pues, me la jugaría de una vez en ese mismo momento y que pasara lo que tenía que pasar. Desde donde estaba podía ver de cerca sus piernas, sentir el calor de su cuerpo e incluso oler el aroma de su piel joven; eso me dio valor y sin mediar palabra puse mi mano sobre su tibia rodilla y ella por toda respuesta volteo y me sonrió. Ambos callamos, yo seguí frotando su rodilla, ella suspiró, acarició mi cabello, cerró sus ojos y tácitamente me dijo que continuara. Yo sin perder el tiempo me incorporé, la miré a los ojos y lentamente me acerqué a sus labios y se los besé. Aquél beso fue mi resurrección a la vida y supe que la suerte había regresado a mí, Tatty devolvería a mi cuerpo las ganas de vivir. Mientras besaba sus labios jugueteé con su cabello, acaricié su nuca desde detrás de su oreja y desde allí descendí sin prisas por sus hombros y sus brazos hasta llegar a su espalda; una vez allí ejercí presión con mis manos y la incorporé sin dejar de besarla hasta ponerla de pie. No eran besos largos y asfixiantes, no eran de aquellos besos con lengua que no dejan respirar; sino, más bien eran besos infantiles, dulces y tiernos, casi inocentones; aquellos que son como el buen vino, que se prueban dulces; pero, que definitivamente hacen perder la cabeza a las chicas. Mientras mis besos entretenían a sus labios mi diestra ya amasaba con suavidad y delicadeza ...