Esta vida tan hermosa
Fecha: 02/03/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... jadeante, férreamente asida de los bordes de la cama y levantando rítmicamente las caderas para salir al encuentro del miembro que aparecía y desaparecía en las carnes tumefactas. -Hemos estado tirándonos a tu mujer toda la tarde -sonó la voz de Rafael a mis espaldas- La puta está semi inconsciente de tanto gozar y ya ni sabe quién es el que se la está clavando. Hazte a un lado que es mi turno de darme el gusto con su boca. Me arrodillé al lado de Celia y tomé su cara volviéndola hacia mí mientras el otro sujeto seguía impertérrito el mete y saca. -¡Por favor, Celia, soy yo, tu marido! No te entregues a Rafael. Haz lo que quieras con los otros, ¡pero no con él, te lo ruego! Pareció volver en ese momento del éxtasis de su aturdimiento. Pero sólo para darme un violento empujón poniendo su mano en mi pecho. Tomó entonces la verga de Rafael que se ubicó de pie junto a su cara y, con una fruición infinita, comenzó a mamarle el miembro mientras él se reía diciéndome: -¡Estúpido cornudo! Cómo la vas a privar del placer de chupar el palo de su dueño, de comerse el jugo de su amo. Con esta mierda hago lo que se me antoja, entiéndelo. Al salir de la pieza alcancé a ver todavía como la acomodaban ubicándola entre ellos para penetrarla, por el ano y la vagina, ambos al mismo tiempo. Cuando crucé la puerta de salida de la casa, logré también a oír que los gruñidos roncos de Celia se transformaban en chillidos agudos de placer recibiendo la doble penetración. Volví cerca del amanecer tras ...
... cerciorarme que ninguno de los vehículos continuaba aún frente a mi casa. La sala era un caos de botella vacías, colillas de cigarrillos, sillas volcadas, además de lagunas de cerveza con las que habían bañado el cuerpo de Celia en medio del recinto, lamiendo luego cada rincón de su bella anatomía. En el dormitorio ella dormía profundamente con el trasero aún sobre el almohadón, las piernas totalmente abiertas, tal como la dejó el último que la ocupara. La vagina estaba cubierta de una gruesa nata blanca y espesa que se perdía hacia dentro pues la tenía desmesuradamente abierta. De ahí nacía un hilo de semen que terminaba en una abundante poza sobre el cobertor justo entre sus piernas. La calentura, mezclada con aquellos sentimientos contradictorios ya descritos, se apoderó incontrolable de mí. Me desnudé frenético y, ubicándome yo ahora entre sus muslos, la ensarté de un solo envión mientras el semen escapaba de su coño mojando mi vientre y sus muslos. La entrada para ella fue impactante porque tengo, afortunadamente para esas circunstancias, un miembro bastante desarrollado, además que la inflamación de la vagina la estrechaba un poco contrarrestando la gelatina de semen que la bañaba. Dio un grito agudo abriendo desmesuradamente los ojos; sin embargo, de inmediato enrolló sus largas piernas en mi cintura respondiendo delirante a la posesión. Iniciamos una de nuestros encuentros sexuales más intensos y frenéticos de los que tengo memoria. Aquello fue algo sin precedentes en ...