Esta vida tan hermosa
Fecha: 02/03/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... donde ambos restregaban sus cuerpos desnudos, me alejé silencioso para regresar más tarde cuando Celia estaba ya duchándose sola en nuestra pieza de hotel. Sin ningún preámbulo, le dije que había presenciado su engaño. Su reacción fue, obviamente, dramática lanzándose a mis brazos para jurarme entre lágrimas su amor y que aquello había sido sólo una calentura por un tipo al que ni siquiera le llegó a saber el nombre completo. La confirmación de mis apreciaciones terminó por borrar la poca molestia que me causó el hecho. Debo aclarar que la escena tampoco me sorprendió mucho porque estaba más o menos prevenido a que alguna vez ocurriera algo semejante por la calentura exacerbada que tenía mi mujer. Ella no era virgen cuando la conocí y en varias ocasiones habíamos hablado, como algo anecdótico y simpático, de su vida licenciosa anterior a mí en la que múltiples amantes ocasionales habían pasado entre sus piernas. Sin embargo, la comprobación que mi mujer tenía la potencialidad de gozar con otros hombres me produjo una intensa sensación nueva, indefinible en ese entonces, pero que estaba muy lejos de ser desagradable o ingrata. Por eso sus gimoteos y promesas de que aquello no se volvería a repetir los encontré innecesarios, fuera de lugar y durante un fugaz momento, pensé que hubiera sido mejor para mí que, al igual que sus relatos de su vida anterior, lo tomara a risa y con esa actitud descarada y fresca con que me relató sus aventuras antiguas y que yo tanto amaba. Y ...
... entonces le solté una pregunta sorpresiva en un tono de absoluta naturalidad que la dejó paralogizada helando el estado de desesperación en que parecía encontrarse: -¿Y cómo estuvo? Se quedó varios minutos silenciosa, contestando luego repentinamente serena, aunque aún sin saber bien qué terreno pisaba. -Eh... bien, bastante bien. No agregó nada más, pero sin terminar de secarse el cuerpo, en vez de vestirse, salió conmigo tiernamente abrazada y desnuda hacia la terraza de nuestra suite, por primera vez sin importarle ser vista desde los otros balcones. Tomamos el té sin que aludiera para nada el hecho, yéndonos luego al dormitorio donde hicimos el amor con mayor frenesí incluso que lo habitual. Jamás durante los tres años siguientes volvimos a tocar el tema. Simplemente como si nunca hubiera ocurrido, aunque Celia cambió su actitud cotidiana volviéndose muy sensual, provocativa, audaz. Respecto de mí tanto su amor como su calentura se acentuó también notoriamente, Vivíamos muy compenetrados sin que ningún asomo de problemas perturbara nuestra relación. Pero su calentura estaba ahí, cada vez más obsesiva, latente y lista para cambiar nuestras vidas cuando la ocasión fuera propicia. Y sucedió aquella vez cuando por cuestiones de trabajo nos tuvimos que ir por un año a una ciudad lejos de la capital. Teniendo todas nuestras cosas ya cimentadas, y por lo transitorio de nuestra estadía, decidimos vivir en un motel de pequeñas cabañas amuebladas muy cercanas unas de otras. Justamente en ...