1. Esta vida tan hermosa


    Fecha: 02/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuanto a la exacerbación del límite de los sentidos; la furia y el éxtasis borraban de una plumada cualquier raciocinio mientras nos embestíamos en un descontrol total de gritos e improperios, besando, mordiendo y succionando la carne del objeto de placer en lo que nos habíamos convertido el uno para el otro. Un extraño fenómeno se posesionó esa noche de mi sexo: no podía acabar, no podía llegar al orgasmo como si un nudo insoluble bloqueara el desenlace de mi placer ahí en el límite, justo donde se desata el descanso sublime de la eyaculación final. Eso convertía mi calentura en algo glorioso, pero terrible; agobiante, pero prodigioso, inenarrable y sin parangón. Aunque a Celia le acontecía algo similar, para ella no era extraño ese estado hiperestésico sin orgasmo culminante. Varias veces en su vida le había ocurrido ser poseída por muchos hombres en tardes o noches completas sin descanso. Entonces ella, que es multiorgásmica por lo que no requiere descanso entre cada macho, caía paulatinamente en una fase de delicia ininterrumpida, sin la intensidad del espasmo final, pero con un goce interminable y sostenido que se concentraba en la zona interna de la vagina. Eso la sumía en una especie de letargo en el cual perdía la conciencia del espacio y el tiempo, viviendo sólo para aquel placer que no se agotaba mientras tuviera una verga ensartada, que fue el estado en el que la encontré cuando ingresé al dormitorio y la descubrí con esos tipos. Durante lo que quedó de noche, y ...
    ... aún con las primeras luces del alba, estuve embistiendo a Celia sin un segundo de pausa. No pude acabar quedando derrumbado sobre ese cuerpo de diosa que aún convulsionaba, ya con el día iluminándolo todo, pero sintiendo ambos que habíamos vivido una de las noches más sublimes de nuestro sexo. Nos dormimos dulcemente abrazados mientras la lujuria se retiraba con discreción dando paso a nuestro amor sin límites que nos hacía derramar toda la ternura del mundo el uno sobre el otro. Me desperté en el momento en que Celia se levantaba de la cama para dirigirse al baño. Me estremecí fascinado contemplando ese cuerpo de hembra perfecta cuyas nalgas oscilaban armónicamente al ritmo de sus pasos de gata que cruzaban la pieza. Ella, como siempre, sabía que mis ojos estaban aferrados a su piel, lo que la hizo exagerar la lentitud y la voluptuosidad de su marcha, ya de por sí naturalmente sensual. Volvió al poco rato, siempre desnuda y con el pelo estilando el agua de la ducha. Se sentó junto a la cama y tomando mi cabeza entre sus brazos, me besó intensamente, mojando mi rostro con su cabello humedecido, al tiempo que musitaba con una voz pletórica de emoción: -¡Te amo! Te amo como mujer alguna amó jamás a un hombre. Te amo por todo lo que eres, pero sobre todo por eso, porque eres tan hombre, y yo me siento tan tuya, tu objeto de placer, la hembra que has querido moldear, porque has hecho de mí lo que tú has querido tener. Jamás podría concebir mi vida sin ti... Sin dejar de mirarme con ...
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