La chica de la tortilleria (Re-pub)
Fecha: 23/10/2017,
Categorías:
Tabú
Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster
... obvias. La dejé que hiciera lo suyo.Se había quedado en bragas y brassier y se dispuso a hacerme el oral reglamentario. Se veía muy sexy, sin embargo yo quería verla desnuda.—¿Por qué no te desnudas por completo? —le pregunté.—Eso es costo extra —me dijo.Le dije que estaba dispuesto a pagarlo y ella de mala gana aceptó. Después de recibir los billetes se quitó tales prendas.Wow, de verdad que estaba bien deseable. Morenita, delgadita pero con unas pompis y pechos bien formados y proporcionados.Me colocó el condón y pronto gocé del toque de sus dulces labios, aunque intermediando el látex.Después de unos instantes más me levanté de la cama y la acomodé de a perrito para dejársela ir. Me increpó diciendo que aún no había puesto el lubricante y yo hice oídos sordos.Se la metí como tanto lo había deseado.Fue delicioso. Saber que aquella chica, que hasta apenas unas semanas antes me despachaba las tortillas con una sonrisa en el rostro, ahora me brindaba este placer a cambio de tan sólo un pago. Y eso sí, yo estaba dispuesto a disfrutar cada minuto pagado.En la posición de perrito estuve más de veinte minutos y, pese a sus quejas, yo no paré en ningún momento. Me encantaba que ella podía verse a sí misma en un espejo colocado, muy morbosamente, en aquel pequeño cuarto. No habíamos dicho nada (ni ella ni yo) de sabernos conocidos, y me preguntaba qué podría estar pensando.Antes de la primera cita yo ya me la estaba penetrando, además ella era casada, y eso me prendió.Sin decirle ...
... nada, la recosté en la cama, coloqué sus piernas bien abiertas sobre mis hombros y así me la seguí cogiendo. La estuve bombeando mirándola directamente al rostro, pero ella evadía mi mirada. Julieta miraba a otro lado con una expresión de pocos amigos, como si estuviera m*****a, como si la estuviera agraviando.Cansado de su desprecio, retiré sus piernas de mis hombros y me recosté sobre ella. Pasé una de mis manos bajo su nuca e hice, con suavidad eso sí, que su cabeza girara hacia mí. Por fin nos miramos directamente a los ojos, sin embargo, aún guardaba un inescrutable silencio.La bombeé lo más duro que pude, tratando de atravesar su impenetrable coraza, pero ella no emitió más que leves quejidos.—¿Por qué no dices nada? —le pregunté al fin.—Decirte ¿qué? —entre leves quejidos me respondió.Mientras ella permanecía en silencio yo pensé: «¿Qué habría pasado si yo no hubiese ido a ese lugar? De seguro ella nunca me habría confiado a qué se dedicaba, lo más probable es que ni su esposo supiera nada al respecto. Bueno, por lo menos le llevo esa ventaja a aquél».Podía observar en su frente unas gotitas de sudor, lo que me hizo recordar aquel momento cuando la conocí en la tortillería, cuando ella sudaba debido al calor que se encerraba en aquel local, sólo que ahora la causa de ese sudor era diferente.Tras otro momento de silencio, en el que nos miramos fijamente, la besé. Ella me rechazó y evitó que lo volviera a hacer argumentando que aquello no estaba permitido. Las chicas no ...