Curioso: no me molestó
Fecha: 20/08/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ciughe, Fuente: CuentoRelatos
... playa. El sábado estuvo repleto de “miradas vienen, miradas van” de Romina con él. También hubo fugaces intercambio de palabras. Como dicho, el hombre tenía todo para atraer la mirada femenina, agrego que mi esposa sigue siendo muy atrayente: conserva el exterior agraciado de los 30, del cuello para abajo, un rostro bonito y delicado, donde los años no han hecho estragos. Su larga cabellera dorada natural, lacia y cuidada hasta la exageración, completa un “espécimen hembra apetecible”. Por la tarde subí por unos minutos al departamento, para ir al baño. Antes de volver a bajar, me asomé al balcón: Romina y el moreno, cada uno en su lugar, conversaban animadamente pero tratando de pasar desapercibidos o por lo menos darle un tinte casual a lo que, por lo sucedido, era la apertura de partida especial de ajedrez: “Objetivo: jaquear a la reina que quiere ser volteada”. El domingo, durante el almuerzo, le propuse a Romina: “mañana a la tarde voy a Itajaí, a la Receita Federal (la AFIP brasilera), para ver si me solucionan el problema de CPF (equivalente al CUIT argentino) y, de paso lo paso a ver a Ale. ¿Si queres te dejo en el centro para que recorras las tiendas tranquila mientras dure el trámite y la visita” . A ella le fascina recorrer tiendas y vidrieras, normalmente le habría encantado la propuesta. No fue así en esa ocasión: “No querido, andá tranquilo y, después del trámite, charlá sin apuro con tu amigo. Está tan lindo el tiempo, que prefiero quedarme en la playa. ...
... El fin de semana ya tenemos que volver a casa.” En realidad, yo tenía, arreglado por teléfono, con Alejandro – un ex colega de trabajo que se había radicado en Brasil - el miércoles. Con toda mala intención y morbo inventé la ida a Itajaí del lunes. En la tarde del domingo, la playa y el mar estaban muy concurridos. Disimulado en el agua, entre el gentío bañándose, presencié como, en la playa, Romina y el mulato, intercambiaban, mal disimuladas además de miradas, palabras. Supe que ella le informó que al día siguiente tenía, no menos de 3 horas, libres. A las 2 de la tarde del lunes, me despedí, retiré el auto del garaje, recorrí unos 400 metros hasta que, al fin, encontré un lugar para estacionar. Cuando volví Romina ya había bajado a la playa y, ahora desde otro punto de observación, volví a ver cómo la tarde anterior, su mal disimulada conversación con el hombre. Escasos minutos después, no más de 15, mi esposa se incorporó, tomó su bolso y volvió al edificio de departamentos. No esperé ver que hacía el hombre, me ubiqué en un punto de la calle desde donde podía ver la ventana de nuestro dormitorio, en el 2do. piso. Media hora después, la pesada cortina opaca (blackout) cubrió la ventana garantizando la privacidad de lo que estaba por suceder paredes adentro. Habían concluido los prolegómenos, Romina, se entregaba a su fantasía. Esperé un corto tiempo y subí, empujado por un morbo compulsivo, y puse la llave en la cerradura. Cuando, a tarde avanzada, “regresé”, de mi ...