Curioso: no me molestó
Fecha: 20/08/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ciughe, Fuente: CuentoRelatos
Giré, con sigilo la llave en la cerradura, entreabrí apenas la puerta de entrada al departamento y acerqué el oído a la fisura. Percibí ruidos de “humanos reproduciéndose” y deduje que podía entrar tranquilo: no me iban a prestar atención. ¿Entrar para qué? Desde la lógica estaba todo más que claro: lo que había supuesto se estaba dando. El morbo derrotó al sentido común. Completé el abrir de la puerta. Por la proveniencia de los suspiros, gemidos, las exclamaciones y manifestaciones vehementes, en voz alta, de goce que escuchaba supe, sin posibilidad de error, que la acción tenía lugar en el dormitorio como había supuesto al decidir espiar. Habían corrido las cortinas de la ventana de ese ambiente. Avancé los pasos suficientes para quedar enfrentado al pasillo que une el living con ese cuarto. La puerta del sector del placard donde se guardan las toallas, recubierta internamente con un espejo, había quedado abierta y en el ángulo justo para que, desde mi posición, pudiese abarcar una buena porción de la cama. La expresión en la cara de Romina era reveladora del genuino y profundo deleite que experimentaba. Ni que hablar de los “estremecimientos ardientes” de su cuerpo. Me sorprendió hasta donde llegaba el fervor de su participación. Hacía el amor como sólo es posible hacerlo en una situación extrema (guerra, lento hundimiento a 1000 Km de la costa, proximidad de colisión con cuerpo celeste…) con esa sensación de “tal vez nunca más esto”. Diez centímetros más alta estaba la ...
... cabeza rapada, tez ligeramente abetunada, del que la estaba cogiendo, magistralmente, a juzgar por lo que apreciaba y oía. Ella le acariciaba la cara, como agradecida, el con su mano derecha le amasaba la teta izquierda. Resultaba llamativo el contraste de las pieles: teta nívea, mano té subido. Romina disfruta mucho con las atenciones en su seno. Se unieron las bocas en un beso profundo. Era evidente que lo individual se había disuelto, había comunión, eran momentos de contacto pleno. De esos que, no recuerdo que escritor lo dijo: “Probablemente sean los únicos por los cuales vale la pena vivir”. Ahí, prudentemente, retrocedí. Así como yo veía lo que acontecía en la cama, desde la cama podrían verme a mi entrometiéndome en lo que, esencialmente, era algo exclusivo entre ellos dos. Que la mitad de “ellos” era mi esposa, no justificaba mi intromisión. En el amor y en el sexo no hay leyes que valgan ni regla que se respete. Existen los juramentos pero, muuuchos somos los perjuros. Pensé que, extrañamente, aunque distaba de estar eufórico, no estaba indignado ni me dolía que Romina estuviese disfrutando, como, recordaba, en los primeros tiempos de nuestro matrimonio, pero no conmigo sino con el moreno que había aparecido un par de días antes en la playa. Años atrás hubiese tenido, como mínimo, un derrame de bilis. Dejé a mi esposa con su experiencia placentera y me fui para consumir todo el tiempo que le había estimado a ella, que duraría mi ausencia (ver más adelante el porqué). ...