1. Coincidencias


    Fecha: 04/10/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... atractiva del hotel. En la playa estuvo en top-less cada día. Lejos de importunarla las miradas de los compañeros de arena, se exhibía descaradamente cuando había grupos de chicos u hombres cerca, deteniéndose más de la cuenta en sus pechos cuando se extendía la crema, levantando el culo a la mínima que necesitaba coger algo de la bolsa, jugando conmigo en el agua, sobándome, dejándose sobar, atenta a las inspecciones que recibía. Estos juegos la mantenían calentísima, tanto que hicimos el amor en el agua tres veces los dos primeros días, además de violarme sin compasión al llegar al hotel a media tarde. La primera noche salimos a cenar por el puerto, pero al terminar le apeteció pasear por la zona, mirando tiendas y paradas de bisutería. No llevaba sujetador pues el vestido era muy abierto por la espalda y no hubiera quedado bien. No mostraba nada y era lo bastante ceñido para que sus erguidos pechos quedaran bien sujetos, pero me rozaba constantemente, sobre todo con ellos para que sus pezones se endurecieran. Entramos en la habitación a la carrera y me la follé de pie apoyada contra la puerta en el primer asalto de la velada. La segunda noche decidió obviar el sujetador a pesar de que esta vez no había justificación estilística. Me gusta sentirlas libres para que puedas tocármelas directamente. La tela del vestido ibicenco era más fina, así que no hubo ojos masculinos que no se desviaran hacia aquel par de maravillas insinuadas. Esa noche no llegamos al hotel. Después de ...
    ... cruzar una zona de ocio con una manada de chicos jóvenes apostados en la entrada de un local que la repasaron con miradas felinas, Maite tiró de mí hacia un callejón, me empujó entre dos coches, una camioneta y un utilitario, me apoyó contra el primero agarrándome la polla por encima del pantalón de lino, sacándomela y agachándose pues estoy como una moto. No se detuvo hasta que me corrí entre sus labios, acuclillada, con la falda del vestido enrollada en la cintura y sus pechos meciéndose, también desnudos. Fue el jueves de la primera semana, nuestra última tarde en aquella villa marinera, cuando dio un paso más. Salimos a pasear antes de cenar, ella embutida en un vestido muy corto que se había comprado volviendo de la playa. Era marrón camel, de una sola pieza, con escote redondo abrochado con dos botones a la altura del canalillo. Era bastante corto, tres o cuatro centímetros por debajo de las nalgas, más entallado que ceñido pero que dibujaba perfectamente las curvas de la atractiva mujer. Las hambrientas miradas fueron constantes, sucias la mayoría, pues desde que habíamos salido a la calle sus pezones amenazaban con rasgar la tela. Pareces una buscona, la califiqué después de que tonteara más de la cuenta con un guía turístico al que le preguntó por locales donde ir a bailar. Pues no sabes lo mejor, respondió sentándose en un pequeño muro que rodeaba el bien conservado castillo que coronaba el casco antiguo del pueblo. Mirándome a los ojos, me empujó para apartarme un ...
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