Paola Cap I. Infiel por Venganza
Fecha: 31/07/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: dantestr, Fuente: RelatosEróticos
... provocó ambiguas sensaciones. Era algo atrevido, algo que nunca había hecho, y de pronto derivó hacia una inesperada excitación, al imaginarse como la protagonista de una película erótica. ¿Qué pensaría Juan Carlos?, se preguntó. Seguramente no le gustaría nada. Pero ya estaba ahí; no echaría pie atrás, y su marido nunca lo sabría. Cerró la cortina, colgó su cartera en un gancho y examinó el vestido rojo. Le pareció de una talla inferior a la suya, pero recordó que era elasticado; estiró la tela, y comprobó que daba bastante. Lo dejó en una banqueta y se quitó el vestido que traía puesto. Se quedó con su tanga y un brassier ligero que usaba en los días de calor. Se miró al espejo, recordó la comparación del viejo con los maniquíes, sonrió, imitó sus poses y se dio cuenta de que el hombre no estaba en absoluto equivocado. Tomó el vestido rojo y se lo puso con esfuerzo, ya que en realidad era pequeño. Le quedó a reventar en el trasero, y sus pechos parecían querer escaparse del brassier. El espejo le devolvía una imagen extraordinariamente provocativa, sus piernas largas y bronceadas tenían total libertad, puesto que el vestido apenas le cubría un par de centímetros por debajo de las nalgas. Le dio la espalda al espejo y se inclinó con el trasero en pompas; el vestido se le levantó, dejando ver la mitad de su cola desnuda, y el rosado de su tanga aflorando justo a tiempo para cubrir su intimidad. “Parezco puta”, pensó. Se divirtió posando un minuto más, y decidió probarse el ...
... vestido morado. No pudo ponérselo; era demasiado pequeño, y al no ser elasticado temió que se descosiera. Se volvió a vestir y salió del probador. El viejo seguía tras el mesón. Paola lo notó diferente. Tenía los ojos un poco vidriosos, y se veía agitado. ―¿Cómo le fue? —preguntó al verla aparecer. ―Me quedan chicos —contestó ella, tendiéndole los vestidos—. ¿Tiene otra talla más grande? El viejo buscó en la caja, sacó dos vestidos más y guardó los otros. Paola los recibió y volvió al probador. Sabía que el vendedor la seguía con la mirada, sabía que si se daba vuelta lo encontraría con los ojos pegados a su cola. Caminó felina y elegantemente, no supo qué la indujo a hacerlo, pero le gustó. “Soy la heroína”, pensó, “y las heroínas debemos proporcionar algún agrado a los necesitados de este mundo.” Aunque el vestido rojo le quedaba mejor, seguía siendo demasiado provocativo. Pero el morado la fascinó: le quedaba perfecto. Ahora que lo tenía puesto, entendió por qué se vendía en ese tipo de tiendas. El tajo del costado, que originalmente llegaba hasta medio muslo, se cerraba sobre un velcro que podía abrirse hasta la cadera. Le encantó la idea de mostrarle esa singular propiedad a Juan Carlos cuando volvieran de la fiesta. No necesitaría sacárselo para mostrarle el esplendor de sus piernas y su trasero apenas cubierto por una diminuta tanga. Ensayó ante el espejo la abertura del vestido. Lo abría hasta la cadera, sacando su hermosa pierna por entre las telas, se daba vuelta, ...