El mejor amigo de una mujer casada
Fecha: 10/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Rober XL, Fuente: CuentoRelatos
... adiestramiento para señoras casadas. Himpas que aprovechó para pasarme sus manos por debajo de las axilas, y tirando de mis hombros hacia él me incorporó lo suficiente para que mis manos no alcanzaran a apoyarse sobre el colchón. Nuestros cuerpos describían una “V” desnivelada hacia delante, yo en vilo sobre nuestra cama de matrimonio, sujetada por el amante cuyo miembro latía furioso en mi bajo vientre. Ofrenda, a la que respondí arqueando cuanto pude el final de mi espalda para acogerlo tan adentro de mí como pudiese. Entonces, en aquella postura inverosímil Rober reinició el tempo de su diapasón en mi tensado pandero, lo cual tuvo como resultado que mis pechos comenzasen a botar agitadamente. Aquella visión me cautivó. Mientras él me seguía follando y sosteniendo en vilo, yo contemplaba embobada como mis tetas se balanceaban convertidas en péndulos hipnóticos, oscilando una y otra vez. Así que, aunque por un instante pensé sujetarlas, acabé posando mis manos en mis riñones para darles todavía más libertad. A veces oscilando simétricas y otras rebotando alborotadas e incontrolables. - Dame, ¡¡fuerte!! Le pedí sin pudor y… ¡¡AH!! ¡¡AaH!! ¡¡AaaaH!! Entonces, cuando mis músculos se tensaron, en el preámbulo irrefrenable de los atroces fogonazos del placer que me subían por las ingles, me acordé del amor y busqué con verdadero pánico la mirada de mi marido. - Vaya, nena. Ya te has vuelto a correr. Sí que tenías falta… El tío impuso una velocidad endiablada a su cadera, y con ...
... el nuevo orgasmo casi me desplomo si no llega a ser porque Rober me tenía muy bien agarrada. La cama se agitaba con tanta fuerza que el cabecero metálico empezó a sonar contra la pared. Yo no dejaba de mirar a Martín. Era imposible que no se despertara con aquel escándalo. Por un momento, creí ver que los ojos se movían debajo de sus párpados cerrados. ¿Estaría despierto escuchándolo todo? Imaginé por un momento que era así, que mi marido era consciente de todo y que se hacía el dormido tal vez para no mostrar su humillación, por no haber sido capaz nunca de ponerme así. Aquellas ideas me turbaron animándome a ser más depravada aún, y me comporté como una auténtica furcia con su viril amigo… No, su amigo no. Mi amigo, mi mejor amigo. -¡Rober! ¡Quiero ponerme encima, vamos! Me coloqué encima, buscando con una avidez innegable un trozo de ese hombre con que calmar mi deseo. Sin apartar mis ojos de los suyos, lo atrapé en mi mano apoyándolo en la puerta que yo misma le hice atravesar. Regalándome un gozo febril casi había olvidado. Cabalgué a Rober sin tregua durante un buen rato. Desbocada, movía mi culo en círculos mientras saltaba sobre él, dándole a las penetraciones un pequeño giro de cadera que nos proporcionaba a ambos un fulgor extra de placer. Reviviendo por fin esa plenitud codiciada y fatal. -¡Oh, oh, zorra! ¡Qué bien! ¡Qué bien Dora! ¡Sííí! Se nota que has montado a caballo nena, joder si se nota y seguro que Martín te pagó las clases ¿verdad? No olvidaré darle las ...