Verano caliente con Gerardo
Fecha: 27/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... esperando. Una chica en celo, asustada de jugar con fuego, con la ilusión un macho que la calmara. Cuando Gerardo entró con las bolsas, la penumbra del ambiente no le permitió distinguir mi sombra. Entonces me llamó. -“Hola, ya llegué. ¿Estás en casa?” -“Si. Te estaba esperando”, le dije, con voz temblorosa, oculto en las sombras. -“Está oscuro. ¿Dónde estás?”, preguntó. Entonces prendí el velador, me puse de pie y caminé hacia donde estaba con pasos suaves. -“Acá, y… no te enojés…, por favor…” Se hizo un largo silencio en el que me miró sorprendido, el tiempo para que su mente se acostumbrara a lo que estaba pasando. -¡No te puedo creer!-. Otra vez silencio, hasta que me gruñó: -Explicame que no entiendo nada. ¿sabes que desde que te conozco hubo algo que me parecía raro? Con razón había algo que no me cerraba desde ayer. Temblaba. Me senté mientras él permaneció de pie. Ahí estaba: una chica con las piernas desnudas y la faldita corta. Estaba seguro de que mi perfume lo envolvía. Se lo veía confundido. No gritó, no me pegó ni expresó desagrado, al revés, se lo notaba nervioso. Balbuceó no se qué de cómo podía ser tan… y otra vez que lo debía haber imaginado. Nos quedamos en silencio, él se fumó el pedazo del porro que había dejado. Un rato después reaccionó: -¡No podes ser tan… puto, carajo! Por favor, andá sacate eso que me pones nervioso, a ver si llega alguien. No pude evitar las lágrimas incontenibles y me cubrí la cara con las manos mientras corría hacia el cuarto. ...
... La cabeza me estallaba de vergüenza. Gerardo me siguió. Me senté en la cama sollozando mientras con un gesto le pedía que me dejara. Pero no se fue. Se quedo mirando, parado en el vano de la puerta. Pasó el tiempo del ocaso y la penumbra nos envolvió. Ahora todo estaba perdido, sentía una angustia dolorosa en el pecho que me impedía siquiera pensar las consecuencias de lo que había hecho. Cuando levanté la vista, Gerardo estaba parado delante de mío y algo en él había cambiado. Me miraba fijo. Me tomo de una mano impulsándome a levantarme. Me puse de pie y quedamos tan cerca el uno del otro que podía sentir la tibieza de su cuerpo. -No es para tanto. No te pongas así-, dijo. Me abrazó para consolarme. Yo no paraba de llorar con la cabeza en su hombro, implorándole que me perdonara. De repente sentí que sus manos bajaban por mi espalda, acariciándome lentamente. El olor de hombre me mareó. Deseaba que me besara, tocarlo, ahora que se había pegado a mí con su cuerpo musculoso. Suspiré cuando me abrazó por la cintura con firmeza. Su boca buscó la mía y la abrió con un beso largo y húmedo. Nos lamimos las lenguas, la suya entrando y saboreando la mía. Ahora sus manos llegaron hasta mis nalgas para acariciarlas, primero a través de la tela y después metiéndolas por debajo de la pollera mínima. Sus manos tibias acariciándome la cola. Sentí que estaba soñando. Le cruce mis brazos alrededor del cuello para que los suyos pudieran hacer conmigo libremente. Uno de sus dedos exploró el ...