Verano caliente con Gerardo
Fecha: 27/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... Tenía un secreto oculto que arrastraba desde los doce años. Animado por la figura que me devolvían los espejos me encantaba vestirme de chica, la suavidad de las telas, los vestidos. Estaba decidido a salir del closet por lo menos una vez, y podía ser esta era la oportunidad imaginada. Me probé la ropa que mis primas habían dejado, con una ansiedad que solo igualaba mi calentura. Me estuve poniendo y sacando prendas como dos horas. A la tarde me drogué un poco y me solté más, si eso era posible. Sentí que se borraban todos los límites, fui al baño y me afeite las piernas, las axilas y la cola con la afeitadora de Gerardo. Me unté con crema. Sentía la piel como de seda. Me acaricié largamente, con delicia. Ya tenía decidido lo que me iba a poner: una tanga roja que me dibujaba un triangulito mínimo por atrás que se adhirió en el desfiladero entre mis nalgas y me hizo estremecer. Saqué del cajón el corpiño que hacía juego y lo rellené de algodón para armar unos pechos redondos de tamaño aceptable. El talle de una de mis primas se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Me enfundé en una blusa blanca ajustada, con mangas elastizadas por encima del codo, que dejaba mis hombros desnudos y se amoldó como un guante en mi figura delgada. Me puse una falda negra de una tela suave, como de seda, que se abría en pliegues un poco por debajo de la cintura y denotaba al caer la perfecta redondez de mi cola. En el fondo del vestidor encontré unas medias de lycra negras, con ligas, bien ...
... transparentes que me hicieron suspirar de placer cuando las hice subir por mis piernas peladas y suavizadas por el sol de esos días. Busque un espejo para mirarme, me imaginé rodeado de miradas lascivas, de hombres en celo. Estaba tan sexy que yo mismo hubiera aullado de ser parte de la jauría. Me alcé en unas sandalias de taco que me quebraban la cintura y me obligaban a empujar la cola hacia atrás para mantener el equilibrio. La tenía dura debajo de la tanga, estaba ardiendo, miré al el espejo y meneé la falda bailando. Faltaba poco para que Gerardo llegara. Me asaltó el miedo ¿Y si se ponía violento? ¿Si todo lo que yo había imaginado era solo eso? ¿Y si en vez de comprenderme, me denunciaba frente a sus padres? Sabía con certeza que le iban a ir con el cuento a los míos y entonces estaba todo perdido. Me cruzó por la cabeza un “mierda, que estoy haciendo”. Pero mi mente ya no mandaba sobre mis actos. Enloquecido de dudas, igual agité mis rulos y pinte suavemente mi cara frente al espejo, un delineado en los ojos y un brillo en la boca de un rojo suave y brillante. El perfume de mujer con que me rocié, me embriagó del todo. Sentía fuego cuando las telas del vestido rozaron contra mí, acariciándome. Nunca, en toda mi vida había estado tan caliente. Fumé un poco más porque el efecto se disipaba. A lo lejos sentí el ruido del motor y mi corazón saltó del pecho. Tenía tanto miedo que por un instante se me cruzó escapar. Pero me quedé, sentado en el sillón, las piernas cruzadas, ...