Marcela (I)
Fecha: 24/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cortas que por poco se agachasen podía ver sus culos perfectos. Me pareció extraño tratándose de un vecindario de tan alto nivel. De todas formas, era verano, había mucha gente de vacaciones y es posible que en aquel barrio no hubiese prácticamente ningún vecino. Observaba a las muchachas divertido cuando una de ellas me llamó la atención. Era una mulata soberbia, estaba algo apartada de las otras muchachas y la copa de un árbol la resguardaba de la luz de las farolas. Al pasar junto a ella la miré fijamente, ella miró hacia el interior del coche, pero no hizo ningún gesto por acercarme. Mi pulso se aceleró y empecé a experimentar un débil temblor nervioso. Continué circulando a la misma marcha lenta que hasta entonces, sin embargo, mi único pensamiento era adivinar como dar la vuelta para volver a ver aquella mulata deslumbrante. Al llegar al primer cruce, no dudé ni un instante, di la vuelta y volví por el mismo camino que había venido. Afortunadamente ella continuaba estando allí. Desde más distancia pude observarla mejor. Sin duda era una travestí, aunque sería más preciso decir que sin duda era una diosa travestí. Mi corazón se atropelló todavía más y la tiritona de manos apenas me permitía sujetar el volante. Cuando tuve la oportunidad de volver a dar la vuelta y circular por su lado de la acera ya no podía pensar con claridad. Nunca en mi vida había estado tan excitado. Al situarme por segunda vez junto a ella, abrí la puerta y la invité a entrar. Supongo que ella ...
... intentaría llegar a algún tipo de acuerdo económico. La verdad es que no lo sé, aunque la oía hablar, sus palabras no tenían ningún significado para mí. Afirmé con la cabeza, ella sonrió, entró y me pidió que arrancase. Me condujo hasta una calle vecina, tan despoblada como el resto del barrio. Bajé un poco la ventanilla y entonces la pude ver con tranquilidad. Era una verdadera preciosidad: su cabello resplandecía bajo la luz directa de una farola, su cabeza perfecta descansaba sobre un cuello bien torneado, y este se alzaba de unos hombros fornidos, todo el conjunto emanaba una gracia extraña que me atraía. Tiempo después me enteré de su nombre, Marcela, y la llegaría a conocer un poco mejor. En aquel momento me pareció que llevaba un perfume suave, pero quizá tan solo fuese el aroma de su piel mulata. Se giró hacía mi, sonrió y me preguntó que quería hacer. Yo no supe que responderle. Así que ella me preguntó si me gustaría chupársela. Aquella idea, que al escucharla me pareció algo extraña, mientras la miraba detenidamente, paso a parecerme absolutamente brillante. Marcela levantó un poco la falda descubriendo la gloria de muslos compactos y entonces, reventando unas braguitas semitransparentes de encaje, pude adivinar con toda claridad el mayor pollón que hubiese soñado en mi vida. Aún estando en reposo era tan aparatoso que aquella desdichada prenda no podía contenerlo, tendía la tela hasta casi desgarrarla, deformaba las gomas elásticas que lo aprisionaban y se escapaba ...