Marcela (I)
Fecha: 24/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... segunda vez junto a ella, abrí la puerta y la invité a entrar. Supongo que ella intentaría llegar a algún tipo de acuerdo económico. La verdad es que no lo sé, aunque la oía hablar, sus palabras no tenían ningún significado para mí. Afirmé con la cabeza, ella sonrió, entró y me pidió que arrancase. Me condujo hasta una calle vecina, tan despoblada como el resto del barrio. Bajé un poco la ventanilla y entonces la pude ver con tranquilidad. Era una verdadera preciosidad: su cabello resplandecía bajo la luz directa de una farola, su cabeza perfecta descansaba sobre un cuello bien torneado, y este se alzaba de unos hombros fornidos, todo el conjunto emanaba una gracia extraña que me atraía. Tiempo después me enteré de su nombre, Marcela, y la llegaría a conocer un poco mejor.En aquel momento me pareció que llevaba un perfume suave, pero quizá tan solo fuese el aroma de su piel mulata. Se giró hacía mi, sonrió y me preguntó que quería hacer. Yo no supe que responderle. Así que ella me preguntó si me gustaría chupársela. Aquella idea, que al escucharla me pareció algo extraña, mientras la miraba detenidamente, paso a parecerme absolutamente brillante. Marcela levantó un poco la falda descubriendo la gloria de muslos compactos y entonces, reventando unas braguitas semitransparentes de encaje, pude adivinar con toda claridad el mayor pollón que hubiese soñado en mi vida. Aún estando en reposo era tan aparatoso que aquella desdichada prenda no podía contenerlo, tendía la tela hasta ...
... casi desgarrarla, deformaba las gomas elásticas que lo aprisionaban y se escapaba por los lados.Había perdido el autocontrol y no podía resistirme, acerqué mi mano y acaricié aquella tela sufriente con mucha suavidad. Las yemas de mis dedos se sorprendieron con la húmeda calidez que despedía. Marcela se aproximó ligeramente y me besó, rozando apenas mis labios. Deposité la mano encima de su miembro y pude sentir como se movía, se enderezaba sin esfuerzo, apartaba la braguita y se asomaba al exterior. Ella se acomodó en el asiento y separó un poco más las piernas. Bajé la cabeza y besé el extremo de aquel pene ingente. Su prepucio, de una piel increíblemente suave, literalmente ardía, despedía el calor de los rayos de sol en las playas de Brasil. Con sólo aquel levísimo toque comenzó a aumentar de tamaño, hincharse y estirarse.Con el dedo aparte la tela para acabar de liberarlo. Formé un anillo ceñido con los labios, rodeando la punta, y los deslicé con toda la dulzura de que fui capaz, introduciéndome la polla en la boca.Recuerdo perfectamente aquel primer encuentro con su sabor: era delicioso, excitante, cálido, sutilmente salado. A medida que apartaba el prepucio con los labios apareció la tersa y delicada piel del capullo que se deslizó sobre mi lengua con suavidad. Con el dedo que apartaba la tela pude percibir que la polla de Marcela continuaba hinchándose sin interrupción, era una serpiente desenroscándose perezosa al sol. Comencé, con mucha lentitud a subir y bajar, ...