Vagabundos al Ataque
Fecha: 20/04/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Vagabundos al ataque. La sorpresa que me llevé el otro día, fue tan grande y placentera, como se los voy a contar en este momento. Estaba de compras en un supermercado, y de pronto al estar frente al departamento de frutas y legumbres, vi en una estantería, una zanahoria tan grande y roja, y además, con la forma de la pija de mi novio consentido Blacky, que no pude más que recordar en ese momento, las cogidotas que me da mi niño hermoso, y no pudiendo contenerme, y sin importar el lugar donde estaba, solté un suspiro de añoranza tan fuerte, que el empleado que estaba atendiendo, se sorprendió tanto que me pregunto si me pasaba algo, que si estaba yo bien, y reponiéndome casi de manera inmediata, le mire y contesté que si, que estaba yo bien y no pasaba nada. Pero no era cierto, no estaba bien, me sentía con unas ganas inmensas de ser follada en ese momento, que se me mojó mi panti y sentí cómo un hilillo de cremita, corría hacia debajo de mi muslo derecho. Yo estaba tan caliente en ese momento nadamás de recordar la herramienta de mi Blacky, que apresuradamente terminé de escoger la fruta y demás mercancía que necesitaba, y me fui a la caja, a pagar los mandados, para irme a mi casa a buscar la consolación de mi BBcito lindo y caliente que tengo en casa, siempre esperando por mí, para complacerme. Mientras esperaba en la fila de la caja para pagar, volteé hacia la calle y alcancé a ver a unos perros que andaban fuera, perros vagabundos, de la calle y sin dueño. Eran cinco ...
... perros de razas indefinidas, o como dijéramos por acá, perros criollos. Al salir del supermercado, me fui a mi camioneta que tenía estacionada un poco lejos de la entrada del supermercado, y como llevaba entre los mandados salchichas, chorizo y otros productos de carne fría, con los que consiento a mi Blacky, ellos, que estaban a la espera de ver qué podían recibir de quien fuera, un poco de comida, se acercaron a mí olisqueando las bolsas de los mandados, y no pude resistir la tentación, de invitarles un poco de lo que llevaba y saqué un poco de chorizo, y se los aventé para que comieran. Raudos y hambrientos, devoraron todo de inmediato, y comenzaron a gemir, pidiendo un poco más. Yo, amante de los perros, y cuando digo amante de los perros, es porque lo soy en toda la extensión de la palabra. Me puse en cuclillas para verlos comer de la porción de jamón que les estaba dando en esta nueva ocasión, les cambié el sabor de chorizo, a jamón. Pues como les decía, estando de cuclillas observándolos comer, alcancé a ver a uno de ellos, que tenía la funda bien gruesa, y pensé que tal vez así como estaba la funda, era porque guardaba algo bien rico y sabroso dentro. Algo tan rico y sabroso, que no me aguante las ganas de tocarlo, y mirando para todos lados, para que no fuera alguien a estar mirándome, lo llamé y le di más jamón y mientras él engullía yo lo comencé a acariciar, y él, agradecido por la ocasional comida que les estaba proporcionando, se dejo acariciar la cabeza que era ...